El Caduceo, símbolo de la curación

La realidad ordinaria está sometida al principio de dualidad. Es decir que en nuestra realidad de todos los días, todo es doble, todo en nuestras vidas marcha en pares: el hombre y la mujer, el día y la noche, la derecha y la izquierda, el bien y el mal, el nacimiento y la muerte, el polo norte y el polo sur, la salud y la enfermedad, el sujeto y el objeto… Hay que agregar a esto que la dualidad misma es doble: se presenta en forma de « oposición », o en forma de « complementariedad ». Como ejemplo, todos conocemos parejas en nuestro entorno que manifiestan una complementariedad fecunda y otras que sólo pueden vivir en oposición destructora. De estas últimas, L.E. Mejia resumía así la situación: «Juntos se matan, solos se mueren ».

 

 

Muchos adolescentes portan sobre ellos vestimentas, pulseras, anillos decorados con el símbolo chino del Yin / Yang, símbolo de la dualidad. Lo llevan como un elemento decorativo sin comprender verdaderamente el sentido. Sin embargo, están en esta fase de su vida en la cual experimentan en directo y con toda la intensidad de la juventud, la dualidad en toda su exigencia, su aspereza y sus riesgos: ellos son a la vez adultos y todavía niños, independientes y siempre dependientes. Su reto es aprender a vivir este periodo de la manera más agradable y constructiva posible. La clave les es proporcionada por este símbolo: en lo blanco siempre hay un poco de negro y en el negro, siempre un poco de blanco. En su independencia que con frecuencia reclaman a gritos, los adolescentes encontrarán cierta dependencia e, inversamente en su dependencia de sus padres y maestros, reconocerán cierta libertad. Los colombianos comprometidos en conflictos sangrientos podrían de la misma manera cambiar su visión del mundo al considerar el punto negro en ellos y el punto blanco en sus adversarios.

 

La dualidad es la primera de nuestras condiciones de existencia: se refiere a nuestra realidad cotidiana, ordinaria. Pero hay otra condición de existencia que también nos toca: la Unidad. Esta Unidad no es tan evidente como la primera, la dualidad; no se impone a todo el mundo como una evidencia. La Unidad se refiere a la realidad no ordinaria de nuestra existencia, una realidad mucho más sutil y discreta, pero fundamental. Supone un esfuerzo, un trabajo, para ser percibida. Este principio de Unidad tiene poder sobre la dualidad. Este principio de Unidad al tocar la dualidad, al influenciarla, al infiltrarla, al infundirla, la hace pasar de su expresión « oposición » a su expresión « complementariedad ».

Su acción está simbolizada por el Caduceo, símbolo clásico de la curación. Se observa un bastón central en la cima del cual están las figuras de las alas del Espíritu; el conjunto representa la Unidad, atributo de lo Divino. Este tiene poder sobre las dos serpientes, la dualidad, y las obliga a ordenarse armoniosamente, a erigirse alrededor del eje que constituye y a expresar así la dualidad en su forma de « complementariedad ».

 

Curación

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La situación habitual de nuestras sociedades es precisamente la de la humanidad, la de la oposición, la de la dualidad en su versión «oposición», la de dos serpientes, por tierra, enfrentándose, luchando. La situación de la humanidad es la de un enorme déficit de Unidad, en la desarmonía y el desequilibrio.

 

La curación de la humanidad supone la intervención de la Unidad. Si, de una manera u otra, los seres humanos logran infundir esta Unidad en su realidad ordinaria inarmónica, verán realizarse esta curación, verán que sus « serpientes » cesarán de luchar y encontrarán su complementariedad para elevarse, verán crecer su sociedad en todas sus dimensiones. Los colombianos tienen la elección: pueden vivir en oposición y en desarmonía, o en complementariedad y armonía.  Todo depende, en definitiva, del lugar que ocupará la Unidad, esta realidad no ordinaria, en sus vidas.

 

Las prácticas de vida interior mencionadas atrás y, particularmente, la repetición del Mantra Universal OM, están todas destinadas a permitir esta infusión de la Unidad en la dualidad problemática de la vida ordinaria y su transformación armoniosa y equilibrada. Y no puede haber curación verdadera sin esta medicina que se apoya en la Unidad.