Los mantras

Importancia de los mantras

 

Los mantras son soportes de concentración bien particulares. Su existencia y su importancia llegaron a ser conocidas por los occidentales a medida que estos descubrieron las riquezas de la espiritualidad oriental. Y la toma de consciencia de la importancia de los mantras no es el menor de los regalos que permitió este acercamiento.

 

Para los orientales el objetivo de la vida es la liberación espiritual, es decir la realización de un estado de fusión del alma individual con el Alma Universal. En el contexto cristiano, sería equivalente a la entrada al « Reino de Dios », la realización del estado de santidad; en el contexto sufi, sería el Hombre de Luz. El estado en el que se encuentra el liberado vivo (Jivan-Mukta o Siddha) no tiene nada que ver con nuestro nivel de consciencia habitual: si nuestra consciencia habitual nos da acceso a una realidad ordinaria, fragmentada, limitada, confusa, la consciencia del Jivan-Mukta está toda impregnada de unidad, de perfección, de belleza, de amor y de potencia. Roberto Assagioli, uno de los creadores de la psicología transpersonal (forma de psicología que admite la existencia de una realidad superior a la humana y que estudia su influencia sobre todas las dimensiones del ser) evoca así esta consciencia[1] : « Se puede… regocijarse por anticipado al presentir el estado de consciencia del ser que ha alcanzado la realización espiritual. Este estado de consciencia se caracteriza por la serenidad, la alegría, un sentido de seguridad profunda, de potencia interior, de comprensión ilustrada y de radiación de amor. En sus aspectos más elevados es la realización del Ser esencial, es la comunión y la identificación con la Vida Universal.»

 

Pero, según Shri Ramakrishna[2], se pueden distinguir cinco tipos de Jivan-Mukta: el liberado por inspiración recibida en sueños (svapna-siddha), el liberado por la vía de un mantra (mantra-siddha), el liberado que llega súbitamente, tal y como se enriquece un hombre que encuentra un tesoro  (hathât- siddha), el liberado que llega por la gracia de Dios (krîpa-siddha) y, en fin, los que siempre han sido perfectos (nitya-siddha). En esta clasificación aparece que los únicos liberados cuya liberación no depende de un « accidente » (feliz accidente, claro está) sino de un trabajo, fueron los que recurrieron a un mantra. Es decir la importancia que pueden tener estos soportes de concentración. Si personas tan entregadas a la vida interior y tan determinadas le conceden tanto valor a los mantras, es que detrás de estos instrumentos hay una riqueza que no se podrá despreciar cuando se está en busca de medios de transformación simples y eficaces.

Definición

Tomaremos prestada La Bella definición que André Padoux[3] le da a los mantras: « La palabra mantra está construida sobre la raíz sánscrita man (« pensar ») con el sufijo tra que sirve para formar las palabras que designan instrumentos u objetos. Sería entonces un instrumento de pensamiento, pero de un pensamiento especialmente intenso y eficaz, porque es portador de toda la energía de la palabra. »

 

El autor de esta definición insiste de entrada sobre lo que le parece una característica fundamental de los mantras, la eficacia. Esta se relaciona con una energía, la de la palabra. En el contexto cristiano, esta potencia se atribuye, de manera análoga, al « Verbo ». Se conoce la potencia creadora del « Verbo ».

 

Padoux continúa así: « Se podrían definir los mantras, en su uso más general, como fórmulas, sílabas o sonidos, aislados o agrupados, provistos o desprovistos de sentido literal, que representan o, más exactamente, que son la forma fonética la más alta y la más potente de divinidades o de entidades naturales o sobrenaturales y que, por esto, están cargados de una eficacia considerable, utilizable, conforme a reglas precisas, para quienes están habilitados. »

 

El autor insiste en esta « eficacia considerable » de los mantras y sobre su realidad profunda: no son la representación de una fuerza, son esta misma fuerza. Dice que el mantra no es una representación de la divinidad sino la realidad de la divinidad, su parte tangible, accesible. Si se compara una divinidad, o una fuerza, a un iceberg, el mantra es la parte emergida, visible. O más bien, audible. Es decir su importancia y su carácter práctico. No se está en el campo de la especulación mental, sino en el de los juegos concretos de fuerzas reales.

 

Los mantras son instrumentos de contacto con una realidad de otro orden. Son elementos colocados más arriba que los pensamientos en la jerarquía de nuestros medios de conocimiento; permiten entonces un conocimiento inmediato (sin mediador) de una realidad superior, mientras que los pensamientos que sólo son mediadores, pueden a lo máximo ofrecer representaciones de esta realidad, así como el mapa no será jamás otra cosa que la representación del territorio. 

 

Por su lado, Shrî Aurobindo define así al mantra[4] : « La teoría del mantra es que es una palabra nacida de las profundidades secretas de nuestro ser donde fue incubada por una consciencia más profunda que la consciencia mental alerta y proyectada hacia fuera, silenciosamente o por la voz – la palabra silenciosa considerada como más potente que la palabra hablada- precisamente con un objetivo creador. El mantra no solamente puede crear en nosotros mismos nuevos estados subjetivos, modificar nuestro ser psíquico, revelar un conocimiento o facultades que no conocíamos antes, puede no solamente producir resultados similares en otros espíritus diferentes al que lo pronuncia, también puede producir en la atmósfera mental y vital vibraciones que tienen como efecto acciones e incluso la aparición de formas materiales en el plano físico. El empleo verídico del mantra no es más que una utilización consciente de esta potencia secreta del verbo. »

 

En esta definición encontramos la referencia a este origen profundo del mantra, más profundo que el mental. El mantra también se considera aquí como de naturaleza diferente al pensamiento y a su indiscutible potencia creadora reafirmada. 

 

John Blofeld[5] relata las respuestas de un viejo sabio: « Las palabras cargadas de sentido son buenas precisamente para el uso ordinario, porque no son lo suficientemente « potentes » y se atraviesan en nuestro camino como escollos para hacer naufragar el barco. Pero las palabras cargadas de potencia no revelan jamás su verdadero significado. Es preferible, entonces, no buscar este significado y permanecer libre de espíritu.» Más adelante dice: « Un viejo monje, en respuesta a mi pregunta sobre la fuente de quietud y de serenidad representada por los mantras, me afirmó que las sonoridades permiten que el espíritu capte, de forma misteriosa y a veces distorsionada, su afinidad escondida con el Tao, la Fuente del Ser.[6] »

 

En este texto se hace mención otra vez de la potencia de los mantras, que no deja ninguna duda para quien se ha familiarizado con ellos. Y se encuentran como instrumentos de contacto con el Ser Profundo, la Fuente de Unidad en cada uno.

 

Un mantra es entonces un instrumento simple de contacto con la propia Esencia. La práctica de la repetición de un mantra es una técnica simple y eficaz de transformación. Esta técnica es, como lo veremos, particularmente adecuada para la época moderna.

 

El japa-yoga

El japa-yoga es una técnica de base del yoga. Consiste en la repetición contabilizada de un mantra, con el fin de alcanzar un objetivo bien definido: un cierto número de repeticiones. Con la repetición del mantra se acumula la energía, la potencia del mantra.

 

La contabilización es un medio de evaluación de esta potencia. Una persona que haya repetido diez millones de veces un mantra se diferencia notablemente de otra que lo haya hecho cien mil veces. Esta contabilización también es el medio de asegurar un seguimiento y una regularidad a su práctica. Esta contabilización se hace mediante un rosario llamado mala. Tradicionalmente, los malas están compuestos por 108 perlas de madera o de piedra. Este es un número sagrado, corresponde a nueve veces doce. Cada practicante fija él mismo (o según las indicaciones de su maestro) el número de repeticiones diarias que se compromete a hacer y, con disciplina y perseverancia, cumple su programa. Anota día a día el resultado de su trabajo en un cuaderno de japa.

 

El japa-yoga es así una disciplina de vida interior simple pero exigente que permite que el aspirante progrese con medida en la vía de su transformación, al apoyarse sobre la potencia de las palabras sagradas.

 

Ensayo de comprensión del funcionamiento de los mantras

  1. ¿Por qué la repetición?

 

La primera pregunta que se plantea toda persona que aborda el tema de los mantras es el porqué de la repetición; ¿Por qué tantas repeticiones? ¿Cuál es la razón que empuja a un trabajo tan aparentemente monótono?

 

Parecería que la respuesta a este interrogante es que la repetición de pequeños impulsos es el medio para vencer la inercia de la personalidad, particularmente del inconsciente. El inconsciente es inerte, se resiste al cambio. Aunque conscientemente estemos íntimamente convencidos que debemos hacer uno u otro cambio en nuestras vidas, el inconsciente va a poner una barrera a este cambio, va a poner “palos en las ruedas”, va a ofrecer todo tipo de obstáculos que finalmente van a sofocar cualquier transformación. Una persona que quiere dedicarse a su transformación no puede subestimar esta realidad, con el riesgo de ver ahogarse en esta inercia todas sus pretensiones al cambio. Lo mismo sucede con el inconsciente colectivo: en una sociedad, también hay un conjunto de juegos de fuerzas que se van a oponer, sin cesar y de manera desesperante, al cambio. Esta es una realidad que hay que reconocer y tomar en consideración. La repetición de pequeños impulsos es un medio para vencer esta dificultad. Pongamos un ejemplo: la bicicleta está al revés, hacemos girar la rueda trasera a toda velocidad, el juego consiste en frenar completamente esta rueda con la mano. Nos toca operar mediante pequeños golpes repetidos. No podemos proceder de un solo golpe, porque nos quemaríamos la mano. Una vez se frena la rueda, si queremos volverla a lanzar con la mano, también tendremos que proceder con pequeños golpes sucesivos, cada vez más rápidos para transmitirle a la rueda su mayor velocidad de rotación. 

 

Lo mismo sucede con lo que se refiere a nuestras vidas. Ciertos componentes de nuestra personalidad son inertes y se van a oponer sistemáticamente al cambio que, sin embargo, deseamos ardientemente. Por esto es que « enseñar, es repetir », que « educar, es repetir », que « aprender, es repetir ». Por esto es que la práctica de los mantras, que consiste en introducir en su vida una fuerza nueva de cambio, se basa en la repetición. Mediante la repetición incesante del mantra, el practicante se encuentra ligado a la energía del mantra, la cual asimila poco a poco.

 

  1. Los mantras, condensados de energías y de informaciones

 

Desde siempre, quienes conocen los mantras por experiencia les han reconocido una eficacia a veces considerable (a la inversa, quienes no tienen experiencia, no han percibido, evidentemente, nada de esta eficacia). Sin embargo, parece que las explicaciones de esta eficacia han permanecido borrosas, que nunca se ha dispuesto de los medios suficientes y convincentes para explicar el modo de acción de los mantras.

 

Tal vez la época actual ofrece nuevos medios de comprensión de este fenómeno extraño pero interesante que constituyen los mantras. Nuestra época ha visto la aparición de las ciencias y técnicas de la información. La comunicación bajo numerosas formas (teléfono portátil, satélites, Internet…) ha tenido un desarrollo considerable. Con base en analogías, se podrá considerar que los mantras son condensados de energías y de informaciones. Un mantra de curación está cargado de informaciones de curación, las cuales son asimiladas poco a poco por quien lo repite; un mantra de armonización está cargado de informaciones armonizantes, etc. Cada mantra contiene, de una parte, una o varias informaciones específicas y, de otra parte, una cierta cantidad de energía, una cierta fuerza que va a promover un cambio, un movimiento. Tal vez es por esto que los practicantes del japa-yoga perciben con frecuencia, al final de la práctica, la sensación de una fuerza nueva y de una luz nueva. Y siempre, un enriquecimiento.

 

Todo ocurre como si el practicante fuera un computador individual conectado a « la Memoria Central del Universo[7] », en recepción, y que recibe de ella todas las energías que requiere para cambiar su situación y todas las informaciones que necesita para saber como cambiarla. El practicante, de alguna manera, se llena « por completo ». “Tele carga” energías e informaciones, las que están contenidas en el mantra que repite. Está en recepción, en consciencia « copa », como un fruto al sol. No hace nada. Se contenta con estar ahí y recibir. Se somete a la influencia del mantra. Y se enriquece conforme a su práctica. Y se transforma, como la fruta. Por este motivo se reconoce este carácter mágico de los mantras: porque ejercen una fuerza, pero una fuerza Yin.

 

Hay que recordar que un ser vivo no se nutre sólo de sustancias (alimentos, agua, aire…). Ya vimos que un ser vivo sólo funcionará bien si también alimenta su campo energético con las energías convenientes y su organización con informaciones adecuadas. La práctica de los mantra es así una manera de enriquecer a la vez nuestro campo energético y nuestra organización, de dinamizarnos y de reorganizarnos. La práctica de los mantras parece ser un medio sencillo de optimizar nuestro funcionamiento individual (y, por consiguiente, colectivo). Uno se imagina que este proceso no tiene límite superior.

 

Actualmente, ninguna persona compraría un computador que no tuviera posibilidades de conexión a Internet, que no tuviera un Modem. Un practicante del japa-yoga es alguien que explota esta posibilidad de conectarse con otra fuente de energías y de informaciones, diferentes a las que la que ofrece la vida corriente, en una realidad bien ordinaria. Esto era lo que quería decir Shri Aurobindo cuando hablaba de esta « consciencia más profunda que la consciencia mental despierta ». De esta consciencia profunda o superior el practicante extrae « esta potencia secreta del verbo. »

 

  1. Lo « Supramental »

 

La personalidad del ser humano (o ego) se compone de varios constituyentes. Lo más evidente es el cuerpo físico. Pero hay otros « cuerpos ». Por analogía semántica, se utilizará el término de « cuerpo » emocional para describir el vasto mundo de la vida emocional y afectiva del ser humano, así como del « cuerpo » mental para hacer referencia al mundo igualmente vasto y agitado del mundo de su vida intelectual y mental. Precisemos que entenderemos por « alma » o « psyché » (según si uno prefiere el latín o el griego) el conjunto de estos dos últimos cuerpos, emocional y mental. El cuerpo físico es visible, tangible. Los cuerpos emocional y mental no lo son. La medicina se ocupa del primero, la psicología y la psiquiatría de los otros dos. Estos tres « cuerpos » no son los únicos componentes de la personalidad. Hay otro, del cual se ocupa la sociología: el cuerpo social. Nosotros vivimos en el mismo mundo, pero en este mundo, cada uno tiene el suyo. Cada uno tiene su familia, su red de relaciones, sus « otros », su casa, su perro… Todos estos elementos varían según la personalidad de cada uno. La personalidad es el conjunto de estos cuatro « cuerpos ».

 

Los sabios de todas las tradiciones insisten permanentemente en un dato fundamental: un ser humano no se reduce a su personalidad. Y la causa principal de sufrimiento de los seres humanos es la identificación con su personalidad. Es decir el hecho de creer que uno es esta personalidad, que el ser humano es sólo eso, una personalidad, con sus diferentes componentes. Esta creencia también conduce al culto de la personalidad, con todos los desequilibrios y los sufrimientos que sabemos. Los sabios de todas las tradiciones siempre invitan a considerar que la personalidad es lo que tenemos y no lo que somos. Es lo que tenemos como instrumento para manifestarnos en este mundo. Lo que nosotros somos es de una naturaleza diferente a la personalidad. Es lo que las tradiciones llaman el Espíritu, Yo Supremo, Yo, Brahman, Tao, Consciencia Universal o Maestro Interior. La invitación siempre es la misma: identificarnos con lo que somos y no con lo que tenemos. Invertir más en lo Real (el Maestro Interior) que en lo ilusorio (la personalidad), para no chapotear eternamente en la ilusión de una personalidad efímera. El ser humano no se limita a su personalidad con, en orden de « densidad » decreciente, el cuerpo social, el cuerpo físico, el cuerpo emocional y el cuerpo mental; también existen, por encima, y aún más inmateriales y diáfanos, el o los cuerpos superiores, la Esencia misma del ser, lo Supramental. Se puede pensar que los mantras son instrumentos de contacto con estos planos superiores y que, precisamente, permiten la infusión en la personalidad de este Calor (energías) y de esta Luz (informaciones) de los planos superiores. Son instrumentos simples y eficaces de contacto con lo Supramental. Por tanto, son un medio hábil y eficaz de ejercer un control tanto sobre el mundo de las ideas (lo mental) como de las emociones. En un mundo que sufre tanto de la hipertrofia de lo mental[8] (las ideologías, las confesiones), los mantras son un medio simple de retomar el control sobre las ideas, de superarlas, de reequilibrar el balance cabeza-corazón, intelecto-sensibilidad, Yang-Yin.

La repetición de un mantra es un procedimiento soberano para actuar sobre las propias profundidades, para favorecer la emergencia de las riquezas escondidas en el fondo y en la cima de su ser. Los mantras permiten el contacto entre el Maestro Interior y la personalidad. Son el beso del Príncipe a La Bella dormida.

 

  1. Telecargar” un mundo nuevo

 

Pongamos un ejemplo: los seres humanos aman los viajes y tienen necesidad de transportar permanentemente cantidad de objetos (alimentos, productos de todo tipo…). El desplazamiento y el transporte son importantes para ellos. Pero esta cuestión del transporte tiene su contrapartida: accidentes, polución, ruido, agotamiento de las reservas de combustible… Lo que conocemos actualmente acerca del transporte es un transporte de tipo « Edad de Hierro ». Los seres humanos están contra la pared: en menos de un siglo no habrá ni una gota más de petróleo. No se trata de renunciar al transporte. Se trata de elaborar, de perfeccionar un transporte de la « Edad de Oro ».

 

¿Cómo se presenta este transporte, sin accidentes, sin polución, sin agotamiento de las reservas naturales? Ocurre que tenemos todas las informaciones y las programaciones de la « Edad de Hierro » en nosotros; por el contrario, si queremos una « Edad de Oro », aunque busquemos mucho, estas informaciones parecen no existir en nosotros. O están perdidas o se borraron. Lo cierto es que tenemos dificultad en imaginar lo que es la « Edad de Oro » del transporte y, de la misma manera, la de la economía, la de lo agroalimentario, la de la medicina, etc.

 

Para resolver problemas de este tipo, va a ser necesario que los seres humanos se conecten, ahora que comprendieron que es posible hacerlo, con una fuente válida de informaciones y de energías. Va a ser necesario que telecarguen su mundo nuevo, su « Edad de Oro ». Va a ser necesario que, individual o colectivamente, haya receptores humanos que estén correctamente conectados con la « Memoria Central del Universo », para telecargar las energías y las informaciones correspondientes a lo que quieren vivir. ¿Si no, de dónde vendrían, de dónde vendrán las soluciones? Si se trata del Supramental, los mantras serán los instrumentos perfectos para cumplir este papel de conexión.

 

El Mantra Universal: el sonido místico OM

 

El monosílabo tiene una extraña capacidad de inmensidad: mar, noche, día, bien, mal, muerte, si, no, Dios, etc.


Victor Hugo.

 

El sonido OM es un mantra. Pero el sonido OM no es un mantra cualquiera: es el Mantra Universal. En efecto, se conoce universalmente como la síntesis de todos los mantras, el Maestro-mantra. « Todos los mantras contienen el vocablo OM, el más sagrado de los vocablos humanos a los ojos de los hindúes, admitido por todas las escuelas y todas las sectas como representante del divino bajo algún aspecto que se pueda concebir[9]»

 

Si los mantras son los rayos, el sonido OM es el centro de la esfera, su lugar común. Si los mantras son los colores del arco iris, el sonido OM es la luz blanca. Por este motivo, aunque el sonido OM no tenga sentido especialmente definido, se pueda asociar con las nociones de Unidad, de Totalidad, de Absoluto y de Perfección. Está más allá de toda división posible. Swâmi Vivekânanda decía: « En la India hay una teoría según la cual existió una lengua primitiva totalmente natural, llamada devavâni (voz divina), la de los grandes maestros y después, cada vez más modificada, llegó a formar los diferentes lenguajes. La mayoría de las palabras de esta lengua celeste original se mezclaron o se perdieron, pero quedaron algunas. OM es una de las más grandes que nos quedan y significa Dios. » OM es anterior, superior y está por encima de la Torre de Babel.

 

El sonido OM no está relacionado con una divinidad particular. Por el contrario, representa la síntesis de todas las aspiraciones a la unidad, la síntesis de todos los rostros de Dios. Es el Nombre (escondido) de Dios. Es el punto común de todas las religiones, la oración común a todas las religiones, su punto de origen, de unidad y de reintegración, el alfa y el omega[10]. Si el fenómeno religioso es un diamante, cada religión es una faceta de este diamanta. Cada religión es un punto de vista diferente sobre el mismo diamante. Una visión de lo Absoluto marcada por su contexto cultural, por su historia. El Mantra Universal OM une al ser humano con la totalidad del Diamante de Unidad, más allá de cualquier división.

 

Swâmi Vivekânanda decía: « El comentador dice que la palabra que manifiesta a Dios es « Om ». ¿Por qué le da tanta importancia a esta palabra? Hay cientos de palabras que designan a Dios. Un mismo pensamiento se relaciona con miles de palabras. La idea « Dios » está unida a cientos de palabras y cada una de ellas es un símbolo de Dios. ¡Muy bien! Pero, entre todas estas palabras se debe establecer un tipo de generalización; se le debe encontrar a todos estos símbolos un mismo sustrato, una base común. El símbolo que sea común a todos será el mejor y los representará verdaderamente a todos...Nosotros vemos que alrededor de esta palabra Om se juntaron todos los conceptos religiosos diferentes de la India; todas las ideas religiosas diversas de los Vedas se reunieron alrededor de esta palabra Om. ¿Cuál es el interés de esto para América, Inglaterra o cualquier país? Simplemente que el término conservó todas las etapas del desarrollo religioso en India y que se ha empleado para designar todas las concepciones diversas relacionadas con Dios. Los monistas, los dualistas, los mono-dualistas, los separatistas e incluso los ateos se han adueñado de este Om. Om se convirtió en el símbolo único de las aspiraciones religiosas de la gran mayoría de los seres humanos. Tomemos como ejemplo la palabra Dios. Sólo tiene un papel limitado; cuando usted desea ir más allá, le debe agregar adjetivos para hacerlo Personal, Impersonal o Absoluto. Lo mismo sucede con las palabras que designan Dios en todas las demás lenguas; su sentido es muy limitado. La palabra Om, por el contrario, está rodeada de todos los significados y como tal, debería ser aceptada por todos

 

Quien dice religión dice oración. Se debe observar que, desde hace milenios, todas las religiones de la humanidad cuyo papel es devolver, a través de la oración, al ser humano a la unidad original, sufren divisiones y oposiciones y se han convertido en generadoras de dualidad, de guerra y de sufrimiento. También hay que deplorar que si bien todas las religiones hablan de oración y de unidad, paradójicamente no se han puesto de acuerdo sobre una oración común. Así como los colores del arco iris tienen un origen común, la luz blanca, las religiones de la humanidad también tienen un origen común: el principio divino. El sonido OM, por su profundidad, por su simplicidad y su total accesibilidad para todos, es naturalmente la fórmula de unidad entre los hombres, los pueblos, las religiones. El sonido OM es su frecuencia común. Establecerse en el OM es ponerse en el diapasón, es ofrecerse la posibilidad de encontrar el acuerdo con los otros y la Naturaleza. Se encuentra el OM en el AMEN de los judíos y cristianos y el AMIN de los musulmanes. Se podría imaginar que los devotos de cada religión consagran tiempo a sus propias oraciones, pero también a la oración común y así obran a favor del acercamiento entre todas las corrientes religiosas. Así, afirmarían, en acto, su deseo de unidad. Y es fácil imaginar, en el contexto mundial actual, el rector de una mezquita que practica esta oración de unidad en compañía de un rabino, de un sacerdote, de un yogi. Si las ideas, los conceptos, las interpretaciones, las confesiones, las tradiciones oponen y dividen, por el contrario, la práctica del Mantra Universal OM une las diferentes tradiciones y establece progresivamente entre ellas todos los puentes necesarios para su acuerdo y su comprensión mutua.

 

Los cristianos que quisieran saber más sobre este mantra se podrían inspirar de lo que dice Henri Le Saux, a la vez monje dominico y swâmi hindú, en su libro: "Abrirse a sí mismo, abrirse a Dios"[11]. Este gran místico presenta así el Mantra universal: "OM es la Palabra primordial que Dios pronunció al crear. OM es Vâg, la Palabra eterna. OM es el comienzo de toda la manifestación de Dios. OM está en el origen del universo." Después, agrega: "OM es lo primero escuchado por el hombre cuando Dios, al salir de su silencio eterno, comienza a hablarle. Om también es el último sonido que el hombre es capaz de proferir cuando, al responder al llamado del Espíritu, se deja introducir en el silencio de Dios." Al hacer referencia a la Palabra, al Verbo de Dios, prosigue: « Así justamente, podemos reconocer en OM la Palabra que procede eternamente del silencio del Padre, para retomar la palabra del bienaventurado Ignacio de Antioquia (Carta a los Magnesianos, 8). Es en esta Palabra misma hecha carne, espíritu y palabra de hombre en Jesucristo que ascienden hacia el Todopoderoso todas nuestras oraciones y todas nuestras adoraciones...OM es ante todo el símbolo de la inefabilidad[12] de Dios, el último peldaño de nuestra escalada hasta él, en el plano de lo que se puede expresar. « Es el puntal último, es el puntal más alto; quien lo conoce, alcanza el brahman.»       (Katha-upanishad, 1.2.17.) »

 

En el contexto cristiano ortodoxo, se conoce bien una práctica de repetición del Nombre de Dios, la « oración del corazón »[13], práctica de base de los monjes del Monte Athos. Los Sufis[14] buscan la comunión mística con Allah y utilizan también la repetición incesante de su nombre (el dhikr). En el catolicismo existe una costumbre que es la de la repetición de los « mil Jesús ».

 

Sería un error pensar que el OM es un producto oriental destinado a ser conocido sólo por los orientales. El OM no se puede limitar así. El OM tiene realmente una dimensión universal. Es tan « occidental » como « oriental », sin ser ni el uno ni el otro. Hace parte de un patrimonio de la humanidad entera. Se puede decir que si los orientales son quiénes mejor lo conocen, es porque la espiritualidad oriental se caracteriza por su orientación hacia el Dios Inmanente (interior) mientras que Occidente se dirige más al Dios Trascendente, que le permitía reconocer más fácilmente el aporte fundamental de los mantras y del OM en particular. Pero como lo hacen ver los maestros espirituales orientales, y Swami Vivekananda en particular: « OM se ha convertido en el símbolo único de las aspiraciones religiosas de la gran mayoría de los seres humanos... y debería ser aceptado por todos »[15]

 

Otro gran conocedor occidental de la espiritualidad hindú, Jean Herbert, dice: « Con pocas excepciones, todos los maestros espirituales le conceden una importancia considerable, por lo menos a título accesorio, a esta repetición obstinada del nombre de Dios (japa) que nos parece, a primera vista, un ejercicio ridículamente rudimentario para el desarrollo espiritual. Shrî Râmakrishna no dudaba en decir: « Dios y su Nombre son idénticos », y precisaba: « Cuando se llega a creer en la potencia del Santo Nombre de Dios y se está dispuesto a repetirlo constantemente, ya no son necesarios discernimiento ni ejercicio de piedad de ningún tipo. Todas las dudas se aclaran, el espíritu se hace puro, Dios mismo es realizado por la potencia de Su santo Nombre ». Hombres de acción, como Vivekânanda y Gandhi, cuya potencia nos parece, a veces, difícil de explicar, le rinden un homenaje piadoso a lo que fue para ellos la repetición del santo Nombre: « La gloria del nombre de Dios, escribió Gandhi, no puede ser probada por el razonamiento ni por el intelecto; sólo se puede tener la experiencia por la veneración y la fe.» Swâmi Brahmânanda escribía: « Los mantras tienen en nuestros días tanto poder como nunca. » Muchos sabios – Swâmi Râmdâs es, en nuestra época, un ejemplo sorprendente – han llegado a los peldaños más altos de la realización espiritual mediante la práctica exclusiva del japa. Poco tiempo antes de la guerra, una gran revista hindú en lengua inglesa, el Kalyana Kalpataru, lanzaba a toda la India un llamado apremiante para repetir el Nombre de Dios, los millones y millardos de veces posibles para descartar la grave amenaza que pesaba sobre el mundo. Además, muchos grandes sabios hindú declaran que el japa constituye la disciplina religiosa y espiritual más adecuada para la época en la cual vivimos. [16]»

 

Los mantras son una realidad. Existen. Son instrumentos de vida interior notables. El Mantra Universal es una realidad superior. Es un regalo para la humanidad. Es una posibilidad. Es una herramienta de transformación personal y colectiva directamente disponible. Es un sol al lado del cual el sol que conocemos parece negro. La práctica de la concentración sobre este apoyo tan simple, accesible a todos, cualquiera que sea la edad, el nivel de instrucción, la categoría social, aporta beneficios inestimables para quien lo experimenta y para su entorno. El sonido OM es Unidad (lo que los chinos llaman el TAO) y por eso contiene los dos polos Yin y Yang de la dualidad. Sirve de puente entre los dos y permite su reequilibrio. Es el Yin supremo y el Yang supremo. Cada quien podrá extraer de él lo que necesita. Su acción es la del eje central del caduceo, este símbolo universal de la curación y de la armonización. Es esa curación, es ese salto evolutivo que necesitamos todos; la introducción del sonido OM en nuestra realidad ordinaria permite esta infusión de la Unidad, no ordinaria, en la dualidad bien limitada y problemática de nuestras vidas.

 

El sonido OM tiene el mismo efecto sobre el ser humano que el beso del Príncipe tiene sobre La Bella Durmiente. Un efecto de despertar, de redención. 

 

El sonido OM es para el ser humano lo que el sol es para la fruta. Es el motor principal de su transformación, de su maduración y de su perfección.

 

Mantra Universal

 

La práctica del Japa del OM

El Mantra Universal está representado por un símbolo  , que corresponde a su escritura en sánscrito. Muchas personas ya vieron este símbolo, sin saber con qué relacionarlo. En esta época en que los tatuajes hacen furor, ocurre que algunas personas se hacen tatuar con este símbolo, porque lo consideran bello, sin saber que se trata del Mantra Universal. La Tradición considera que la palabra escrita, el símbolo también está cargado de una energía particular. Se recomienda entonces tener este símbolo en el oratorio. Facilitará el trabajo interior. 

 

Un mantra, según la Tradición, debe, para ser eficaz, ser depositado por un Maestro en su discípulo, como una semilla en un terreno propicio. La tarea del discípulo es regar, cultivar y hacer crecer esta semilla mediante su práctica cotidiana hasta que se convierta en un árbol inmenso. En estas condiciones, dada la extrema rareza de los auténticos maestros, se estaría en todo el derecho de preocuparse por la transmisión del OM. En realidad, no hay motivo para preocuparse: todos los seres humanos y los reinos de la Naturaleza recibieron esta joya. El OM fue depositado en cada uno, en el corazón y en la cabeza. Ya está en cada ser vivo. Es bueno saberlo. Así cada uno es depositario de un tesoro y puede decidir hacerlo fructificar desde ahora. No es necesario esperar a encontrar un Maestro para comenzar a operar. En todo caso, el hecho de no haberlo conocido conscientemente no es una excusa para dejar para mañana la práctica del japa del OM. A la inversa, toda persona que comience a practicarlo se pondrá progresivamente en estado de encontrar y, sobre todo, de reconocer (lo cual no es fácil) un auténtico Maestro. La repetición del Mantra OM permite el contacto con el Maestro Interior; permite el acceso a los mundos superiores y prepara al discípulo con el contacto eventual con un maestro exterior.

 

[1] ASSAGIOLI Roberto. Psychosynthèse. Principes et techniques. Epi, Paris, 1983, p 62.

[2] Citado por Jean Herbert in HERBERT Jean. Spiritualité hindoue. Albin Michel, coll. Spiritualités vivantes, Paris, 1972, p 132.

[3] PADOUX André. Mantra. Encyclopædia Universalis, CD-ROM, 2002.

[4] HERBERT Jean. Spiritualité hindoue. op. cit., p 452.

[5] BLOFELD John. Les mantras ou la puissance des mots sacrés. Dervy-Livres, Paris, 1985, p 20.

[6] BLOFELD John. Les mantras ou la puissance des mots sacrés. Op. cit., p 36.

[7] MICHON Micheline. L’homme, cet ordinateur inspiré. Synthèse Editions, Paris, 1984.

[8] « El intelecto luciferino ha usurpado el lugar del espíritu creador…» in PERROT Etienne. JUNG (Carl Gustav) 1875-1961. Encyclopædia Universalis, CD-ROM, 2002.

[9] HERBERT Jean. Spiritualité hindoue. Albin Michel, coll. Spiritualités vivantes, Paris, 1972, p 452.

[10] “Om es alfa y omega. Origen sonoro del mundo (verbo creador), om es al mismo tiempo su plenitud esencial: cuando la duración del ciclo cósmico se revolucione, el universo fenomenal se reabsorberá en un « punto de energía sonora », a saber el fonema om, que, por este hecho, merece el nombre del Verbo eterno; en seguida, después de un periodo de equilibrio, otro universo se desplegará a partir del mismo sonido (en sánscrito, nada o sabda), que no es otro que el brahman (lo absoluto, la esencia) mismo. Se sabe, de otra parte, que la salvación individual, según el hinduismo, es la liberación del alma (el atman) de los lazos de la existencia y su retorno a lo absoluto (el brahman) y, por tanto a om. Así, este fonema es verdaderamente « el comienzo y el fin », el punto de origen y el punto de llegada en el cual las almas salvadas realizan su verdadera naturaleza.” VARENNE Jean. OM. Encyclopaedia Universalis. CD-ROM, 2002.

[11] LE SAUX Henri. (Swami Abhishiktananda) Eveil à soi, Eveil à Dieu. Essai sur la prière. O.E.I.L., Coll. Les deux rives, Paris, 1986, p 124.

[12] Inefabilidad: propiedad de lo que no puede estar expresado con palabras.

[13] Récits d’un pèlerin russe. Traduits par Jean Laloy. Points Sagesse Seuil, Paris, 2004. y Petite philocalie de la prière du cœur. Traduite et présentée par Jean Gouillard. Seuil, Coll. Livre de vie, Paris, 1968.

[14] Sufis: místicos musulmanes

[15] VIVEKANANDA Swâmi. Les Yogas pratiques. Albin Michel, coll. Spiritualités vivantes, Paris, 1970, p 460.

[16] HERBERT Jean. Spiritualité hindoue. op. cit., p 456.