Los criterios deseables de una buena práctica interior en la época actual

Existen los que ya tienen alguna práctica de vida interior y aquellos, la gran mayoría, que no la tienen. Por cierto, existen numerosas formas de práctica de vida interior, de dificultad y de accesibilidad variables. Si se debe producir un cambio de sociedad, si este cambio-metamorfosis se basa en la participación en esta obra de un gran número de personas, es claro que la práctica que debe ser considerada debe responder a cierto número de criterios, simples, para tener posibilidades de ser aceptada y mantenida. Sin querer establecer una jerarquía en estos criterios, se insistirá en los siguientes puntos:

 

1. Se debe tratar de una práctica. Si se está verdaderamente decidido a curarse de la hemiplejía, se debe aplicar el tratamiento apropiado. Ya no estamos en la teoría, es necesario dedicarse a una práctica. Esto supone la introducción en nuestras vidas de una actividad, nueva para muchos, que se agrega a todo lo que ya hacíamos. Se sabe que para muchas personas (pensemos en las madres de familia que trabajan y se encuentran por la noche en la casa con todos los oficios domésticos o en todas esas personas que dedican un tiempo interminable en los transportes…) no es fácil comprometerse con una actividad suplementaria. Pero, para la mayoría, sólo se trata de establecer nuevas prioridades: primero, lo importante, después el resto. Y ahora es importante ejercer una práctica. Uno sabe que está comprometido. Se sabe que esa es una salida. Es necesario dejar de resistir, es necesario comprometerse. Dar un día el primer paso. Y mantenerse, comenzar de nuevo todos los días.

 

Una práctica supone un tiempo y un espacio. Un tiempo que se consagra (el término es muy exacto) a la vida interior. Se trata de determinar un horario, el que le conviene a cada uno, pero el cual debe respetarse. Algunos se sienten más cómodos en la mañana, otros en la tarde. El hecho de fijarse un horario y respetarlo simplifica las cosas con el tiempo.  Al comienzo, de todas maneras es un esfuerzo pero, poco a poco, todo se hace más sencillo y natural. Al final, se toma consciencia de que esta práctica es algo totalmente natural, que su lugar en nuestra vida cotidiana es totalmente legítimo y necesario y que si faltara, se sentiría claramente la ausencia. Me acuerdo de esa empleada doméstica en Madrid que me decía que si, por cualquier razón, no podía practicar un día, era como si no se hubiera lavado los dientes. Le faltaba algo.

 

Si se dispone de un tiempo en el día, también hay que tener un espacio para uno mismo. Un espacio para la vida interior, un templo, un oratorio, un lugar tranquilo, en lo posible lejos de la lavadora o del televisor o de la agitación del mundo. Lo ideal sería una habitación que se pudiera cerrar con llave, con luz, ventilación, silencio y tranquilidad (o si no, tapones en las orejas). Uno podría dejar su cojín o su asiento de meditación con un pequeño altar, una vela, una flor, una varilla de incienso, símbolos o representaciones de lo divino, si se siente la necesidad, y si esto facilita la creación de un ambiente propicio para la vida interior.

 

En una sociedad patriarcal, volcada hacia el exterior, prácticamente nunca se encontrarán estas disposiciones espaciales. El símbolo es fuerte, pero, infortunadamente, el único espacio privado disponible en las viviendas modernas es el baño. La vida interior, en una sociedad patriarcal, en la práctica, ¡está relegada a los baños! En la concepción de las casas y de los apartamentos modernos, los arquitectos siempre « olvidan » algo: un espacio para la vida interior, y se excusan diciendo: « ¿Por qué un espacio para la vida interior si no hay tiempo? » Se habrá comprendido que para el futuro, tendrá que haber tiempo y espacio para esta práctica. Ya es hora de que los arquitectos comprendan esta noción de espacio consagrado. Ya es hora que los que recurren a sus servicios, les soliciten prever este espacio.

 

2. Se debe tratar de una práctica de concentración, como ya lo habíamos dicho. El objetivo es crear las condiciones favorables para un contacto con su propia Esencia, con el núcleo divino en sí, con el Yo Supremo, con el Yo Transpersonal (como lo designan ciertos psicólogos), con el Maestro Interior. Sería bueno que este esfuerzo de concentración se realice sin tensión.

 

3. Un criterio mayor de esta práctica debería ser la simplicidad. Es difícil pensar que debutantes se pongan a practicar técnicas de meditación muy elaboradas o que requieran una preparación física o psíquica prolongada y severa. Por el contrario, la técnica debe ser sencilla, tanto en su práctica como en su conceptualización.

 

4. Ligada a esta simplicidad, la práctica debe ser accesible para todos. Toda persona, de cualquier condición de edad, de salud, de cultura, de religión, de nivel económico, que quiera trabajar en su propia transformación y así hacer parte de quienes trabajan en la solución de los problemas de su país, debe poder acceder y obtener beneficios sustanciales. Un niño pequeño, un anciano, un enfermo, un pobre, un rico, un desempleado, un jefe de empresa, una empleada doméstica deben poder acceder fácilmente y libremente a una práctica simple de vida interior.

 

5. Hay un criterio que tal vez será sorprendente de ver aplicado a técnicas de vida interior, pero que tiene una gran importancia: la eficacia. Ya no se trata, en el mundo en desequilibrio y en peligro que es el nuestro, de lanzarse a cualquier práctica de vida interior, sin estar en medida de esperar una eficacia en el orden de la transformación personal. No es concebible, actualmente, que las personas hagan el esfuerzo de invertir mucho tiempo y energía en prácticas que no han demostrado eficacia. No es tiempo de repetir viejos esquemas que no han probado su eficacia o que, con frecuencia, han demostrado lo contrario. El hecho de que en el proceso del que medita haya paciencia y desprendimiento del fruto de su trabajo, no impide en ningún caso que la práctica se base en técnicas eficaces y probadas.  

6. El criterio siguiente será la novedad. Para muchas personas, entrar en una práctica de vida interior, ya es una gran novedad. Todo un sector de la existencia había permanecido hasta entonces en la sombra, se decide explorarla. Esto ya es un cambio. Pero la apertura al cambio puede ir más lejos. En el contexto judeo-cristiano que es en gran parte el de Colombia, es necesario saber abrirse a otras visiones de la vida interior diferentes a las que propone la cultura dominante, porque si no, claro está, se corre el riesgo de permanecer en las mismas encrucijadas. Los occidentales, por ejemplo, no pueden permanecer sordos a los aportes de Oriente en lo que se refiere a las técnicas de concentración. No estamos en una situación en la cual nos podríamos permitir el « lujo » de no aceptar cualquier aporte o cualquier ayuda. Tomamos de Einstein las siguientes palabras: « ¡Si quieres resultados diferentes, no hagas siempre lo mismo! ».

 

7. Una práctica de vida interior debe ser segura. No solamente no debe poner en peligro al practicante, sino que también debe otorgarle protección. El mundo interior es un juego de fuerzas y de programaciones, un calidoscopio de todos los tipos de influencias, de condicionantes. La práctica busca precisamente apagar todos estos juegos y liberarse de ellos. No se buscará entonces en una técnica que los siga alimentando y que nos ligue con este u otro sistema de fuerza. Nadie necesita hacer pactos (conscientes o inconscientes) para liberarse.

 

8. Se estaría en derecho de esperar también de una técnica de vida interior que obre en el sentido de la unidad, de la unificación (personal, de sí mismo consigo mismo y colectiva, de cada uno con todos) en el sentido de la síntesis y la fusión de todas las fuerzas personales y colectivas. Tenemos que recrear un tejido social, al despertar esta fuerza Yin de conjunción que, por el momento, duerme en cada uno de nosotros. No se trata tampoco de exaltar el particularismo, ni de asegurar la promoción de una técnica que pretendería ser superior a las otras. La técnica superior es la que une a todos los humanos y los hace hermanos, mirando juntos en la misma dirección y obrando juntos por una causa común.

 

9. Otro criterio de gran importancia y que se aproxima al de eficacia, es que la práctica debe permitir un contacto directo con el Maestro Interior. La humanidad ha sufrido mucho y sufre aún demasiado por la existencia de intermediarios entre Dios y los hombres. En este mundo desequilibrado que es el nuestro, estamos permanentemente sometidos al abuso de poder. Se piensa en esos humanos que se dan a la vocación de ayudar a los suyos y que finalmente (y esto no siempre de manera inconsciente) se aprovechan de aquellos a quienes deben servir. Para evitar estas trampas, se debería buscar una práctica que permita pasar por alto a todos los intermediarios, tanto visibles como invisibles. “Dirigirse al Buen Dios en vez de a sus santos” no es una opción, es una necesidad absoluta. Y aquellos que sirven de intermediarios deben recordar permanentemente que los apoyos son obligatoriamente provisionales y están destinados a esfumarse lo más pronto posible.

 

10. Se recordará también que el objetivo de la práctica es el despertar de una fuerza en nosotros, no es la búsqueda de una fuerza suplementaria de tipo mágico, una fuerza orientada hacia la toma de poder sobre los otros, como lo buscan aún algunos magos desinformados, sino el despertar de una fuerza Yin de conjunción, de cohesión, de unificación, de transformación. Se trata claramente de hacer crecer en nosotros una importante fuerza de no violencia, que ejerce una influencia transformadora potente sobre nosotros mismos y sobre el mundo y que constituya una alternativa ineludible al uso excesivo de la fuerza Yang masculina.

 

Todos los criterios que acabamos de enumerar son legítimos. Estamos en todo el derecho de esperar todas estas características de una práctica a la cual decidimos consagrar tiempo y energía. ¿Si esta no reuniera estas condiciones, para qué hacerla? ¿Por qué entregarse a una práctica si esta no es segura o si no es eficaz o, si en vez de liberarme, me enferma? ¿Cómo justificar el esfuerzo si no hay un mínimo de garantías? Los seres humanos han sufrido tantas decepciones por soluciones falsas, propuestas para sus verdaderos problemas mal planteados, que no están listos para lanzarse de nuevo en una aventura sin un mínimo de seguridad y de certeza que, esta vez, las condiciones estarán listas para el éxito y una verdadera liberación.  Es necesario que el juego valga la pena.

 

Inversamente, ¿cómo no lanzarse a la aventura de una práctica de vida interior, si esta responde a todos los criterios que acabamos de enumerar? ¿Cómo permanecer indiferentes a todos los beneficios individuales y colectivos que se pueden obtener? ¿Cómo no aprovechar la oportunidad?