Siempre es la energía ausente la que crea el problema

Los argumentos que demuestran que el problema de la humanidad no está en la presencia de la Bestia sino en la ausencia de La Bella son numerosos y variados.

 

  1. La lógica

Primero, hay un argumento lógico. Estamos obligados a admitir que nuestra mirada sobre la situación está atraída naturalmente por los comportamientos más visibles, los que están relacionados con la violencia, la corrupción y la desigualdad, que se dirige exclusivamente en una dirección, en la de los excesos, mientras que la proposición contraria, la de la penuria como factor causal es la otra opción lógica, pero esta nunca es considerada. Hace parte de la “mancha ciega”, ni siquiera es discutida y simplemente se elimina. Sin embargo, a fuerza de observar los excesos y que esta vía, como es evidente, no desemboca en ninguna medida eficaz, no permite ningún cambio real y profundo de la situación, o sea que no tiene salida, se debe, lógicamente, estudiar la opción inversa. Si no es hacia el Norte, entonces es hacia el Sur. Si el estudio de los excesos no da resultados, debemos considerar la responsabilidad de la penuria.

Otro elemento lógico: si toca interesarse en uno de los polos de energía, no es en el que funciona, sino, evidentemente, en el que no funciona. El polo Yang posee una salud esplendorosa en nuestras sociedades, funciona demasiado bien. Por tanto, uno podría desinteresarse de él, por lo menos por el momento. Por el contrario, debería ser obvio que el que debería retener toda nuestra atención, es el polo Yin que se encuentra mal. Su debilidad es la causa del problema. 

 

  1. Cuando La Bella se despierta

 

Aunque nuestros conocimientos sobre los cuentos de hadas son limitados, todos sabemos intuitivamente que entre más se despierte La Bella, la Bestia más se calma, se somete y se transforma[1]. Todos tenemos una cierta percepción de la interdependencia de los dos polos de energía y no dudamos de que si el Yin se despierta y sube, el Yang disminuye y baja. Y en el fondo de nuestros recuerdos, muchos sabemos que cuando La Bella está totalmente despierta, la Bestia se transforma completamente en Príncipe Encantado.

 

Así aparece una nueva respuesta a la pregunta: «¿Cómo deshacerse de la Bestia?» Uno puede deshacerse de la Bestia mediante su transformación. Mediante su metamorfosis en Príncipe. Esta visión de las cosas deja entrever que ciertas Bestias tal vez sólo son futuros Príncipes en espera de transformación. Lo que permite comprender porqué parece imposible eliminarlas. Parecen protegidas. Como los Príncipes también lo están. Por el mismo Rey, que cuida a sus hijos, incluso pródigos. Entonces, si la opción « eliminación de la Bestia» parece condenada al fracaso, parece existir otra manera de liberarse: por transformación. Así se abre un campo de investigación nuevo. Aquí hay una pista de investigación prometedora.

 

  1. ¿Suprimir la Bestia o despertar a La Bella?

 

Para regresar al equilibrio Yin-Yang, existen dos opciones: la primera consistiría en disminuir el Yang. En este caso se trataría de suprimir la Bestia. La segunda sería aumentar el Yin, es decir despertar a La Bella.

 

La experiencia tan grande que tenemos los humanos del enfrentamiento con la Bestia es suficiente para que no dudemos de los resultados: el primero de estos es que la Bestia siempre predomina porque, al querer eliminar una Bestia enfrentándola, paradójicamente uno la alimenta, la refuerza, no se la elimina y uno mismo se convierte en Bestia. El ejemplo de la guerra que dirigen los norteamericanos en Irak, de la que libran los israelitas en el Líbano son, una vez más, infortunadamente, bellas demostraciones.

 

El otro resultado es que el hecho de afrontar una Bestia nunca ha despertado a La Bella. Por el contrario. La guerra jamás ha despertado la civilidad, la fraternidad, sino más bien el odio, la crueldad y la barbarie. Intentar « aplastar » el Yang jamás ha despertado al Yin. Por el contrario, esta manera de hacer lo hunde más. El retorno al equilibrio no se hace jamás a partir de la disminución del Yang, se hace por aumento del Yin, el cual, por su modo de acción propio, obtiene la transformación del Yang excesivo en Yang normal. Este hecho está ampliamente corroborado por la experiencia cotidiana de los profesionales de la energía, a la escala del individuo. Esta modalidad de acción, aumentar el Yin, despertar a La Bella, también es válida para las sociedades o los sistemas vivos.

 

  1. La carta XI del Tarot
La carta XI del Tarot

  

La carta XI del Tarot se llama « la fuerza ». La representación en imágenes que uno se hace generalmente de la fuerza es más bien masculina, por ejemplo, la de un brazo musculoso empuñando una espada o la de una bestia salvaje, un tigre, un león. Pero en los arcanos mayores del Tarot, se descubre que el símbolo de « la fuerza » es una bella y joven mujer, una princesa, de pie, serena, que parece no hacer nada y, sin embargo, con sus dos manos está dominando, sin esfuerzo, a un león furioso. La fuerza es la de una Bella domando a una Bestia.

 

Esta carta es una maravilla. Los diseñadores del Tarot supieron representar un tipo particular de fuerza a través de una imagen. Esta resume por sí sola toda la estrategia de la liberación de la humanidad. Es de tal importancia que, aunque su simbolismo es bastante claro para algunos, es mejor precisar el significado.

 

Lo que impresiona inicialmente en esta carta del Tarot, es la paradoja. Uno espera una figura masculina y se aparece todo lo contrario. Más arriba mencionábamos que el cambio-metamorfosis, el único que permite una liberación real, se presenta siempre bajo un aspecto paradójico. Este es el ejemplo perfecto. A la pregunta: « ¿Cómo hacer para deshacerse de una Bestia que nos hace bailar una música que no nos gusta? », el modo de cambio 1, el cambio-desplazamiento, nos propone: « más de lo mismo », es decir el uso de la fuerza masculina en un contexto ya hipermasculino, el ataque frontal de la Bestia, con el resultado que sabemos: su reforzamiento[2]. La carta XI del Tarot llama nuestra atención sobre el elemento de base de un cambio-metamorfosis: la energía femenina, Yin. Es ella, y solamente ella, la que permite un cambio-metamorfosis, un verdadero cambio. Es la que falta en Colombia y en la humanidad. Y lo que representa el Arcano XI del Tarot es, por supuesto, una Bella despierta, la energía Yin en plenitud.

 

Después, es evidente que el león está furioso. Pero, sometido a la fuerza de La Bella, está obligado, a pesar de todo, a someterse, mientras que de su lado, otra paradoja, La Bella, parece no hacer nada, no actuar. Esto expresa que el modo de acción Yin es la influencia, es decir una acción discreta, inaparente, no violenta, pasiva, por infiltración. La fuerza Yang masculina, incluso cuando está en exceso, no está equipada para resistir a este modo de acción: es « vulnerable » a la influencia. Y transformada por ella. Esta carta del Tarot es así una expresión en imagen del principio y de la fuerza de la No-violencia, del « Ahimsa[3] », que están al origen de la estrategia que adoptaron Gandhi, Martin Luther King y otros para llegar a la transformación de su sociedad.

 

 El tercer elemento notable de esta imagen de la fuerza es la corona asociada al símbolo del infinito de la cofia de la princesa. Encontramos aquí una constante de los cuentos y de los mitos: el principio femenino Yin es de esencia real o divina. Esto traduce el hecho de que el principio femenino es un arquetipo, es decir una estructura fundamental de la psyché humana, que merece toda la consideración que se debe a las realidades divinas o reales[4]. Esta vida de las profundidades del ser se manifiesta majestuosamente como una fuerza real y potente, aunque discreta, así como lo simboliza este arcano del Tarot. Esta fuerza de influencia profunda es la que puede transformar la realidad desequilibrada de la sociedad colombiana, si se toma en consideración y se despierta en sí. Lo que sugiere la posición de pie de la princesa es que está bien despierta porque el poder sobre la Bestia sólo pertenece a La Bella despierta. 

 

Esta carta del Tarot sólo muestra la primera etapa de la transformación de la Bestia; deja sobreentendida la continuación de la operación, que se traducirá en la aparición del Príncipe. Es de anotar que la bestia representada aquí es un león, es decir el rey de los animales, el rey de la animalidad. Se puede entender esto como el conjunto de las fuerzas animales, de las fuerzas instintivas presentes en el hombre, como la agresividad y la sexualidad. De esta « realeza » animal nacerá, por transformación, una realeza de otro orden, humana o más que humana. De ahí el interés de dejar de asimilar la Bestia con el Mal y de pensar que la única forma de deshacerse de ella es matarla. Recordemos que uno no se puede deshacer de la Bestia matándola porque como todo (futuro) Príncipe, está protegida. La única opción es su transformación, su transmutación alquímica en Príncipe.

 

Falta insistir en un punto fundamental de este símbolo de la fuerza: la sensación de soltura de la princesa, la impresión de que no tiene que hacer esfuerzo para vencer a la Bestia, la demostración de que toma el control sin enfrentamiento. Este punto resalta una característica fundamental de la polaridad Yin, la pasividad. Este mecanismo de acción es paradójico porque en realidad es un no-actuar. Pero precisamente este « sobre todo, no hacer nada »[5], este tire y afloje de la voluntad y de la racionalidad, esta abdicación de la razón y de la intención (Yang) que se ven superados, permiten que la energía Yin encuentre su flujo en la Bestia y la transforme. Esta acción no-actuante también es el fundamento de la actitud mística que consiste, no en « buscar a Dios », sino « en dejarse encontrar por Él ». « No se trata de ir, basta con dejarse llegar. »[6]

 

[1] Alusión a La Bella y la Bestia, el célebre cuento escrito por Mme Leprince de Beaumont en 1757. Jean Cocteau, en 1946, contribuyó en hacerlo conocer al llevarlo a la pantalla con Jean Marais en el papel de la Bestia. Las generaciones jóvenes lo conocen en la forma de dibujos animados de Walt Disney.

[2] Cf. la política de George Bush en Irak o la de Ehut Holmer en el Líbano

[3] « No-violencia » en hindú.

[4] Es este carácter arquetípico del principio femenino el que hace que, por ejemplo, en otro campo, a pesar del hecho de que « la Asunción de María no está demostrada por la Santa Escritura ni por la tradición de los cinco primeros siglos de la Iglesia cristiana » y que «incluso fue controvertida oficialmente durante mucho tiempo…ella sin embargo se desarrolló poco a poco…con la connivencia del conjunto de la Iglesia medieval y moderna; ella ganó tanta fuerza e influencia que logró...hacer pasar a un segundo plano la necesidad de una prueba escrituraria y de una tradición que se remonta a las primeras edades y, finalmente a ser definida oficialmente, aunque, de manera manifiesta, su contenido escapa a toda definición... El paso irrevocable así cumplido más allá de los límites del cristianismo histórico es una prueba resplandeciente de la vida autónoma de las imágenes arquetípicas. » Carl Gustav Jung. Mysterium conjunctionis, Tome 2, Paris, 1971, Albin Michel, p 261

[5] El joven príncipe del cuento « El pájaro de oro» de Grimm, vence todas las dificultades en su empresa de liberación de la princesa porque sigue el consejo del zorro (que representa al Maestro Interior) que le recomienda, en presencia de situaciones inextricables de « sobre todo, no hacer nada». Y de un día a otro, los peores obstáculos han desaparecido. GRIMM. Contes. Gallimard, coll. Folio classique, Paris, 1976, p 164.

[6] MEJIA D. Luis Enrique. Esquizitofrenia. op. cit., p 156.