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Los tres rostros de la vida en una sociedad

Este aspecto ternario de la realidad de todo organismo se encuentra en todas las etapas de lo vivo.

En el ser humano

En el ser humano, la estructura es, por supuesto, el cuerpo físico. Cada uno de los seres humanos posee una estructura física, más o menos sólida, más o menos armoniosa. El campo energético (que con frecuencia se llama « aura ») es responsable de la vida en esta estructura, del funcionamiento, del dinamismo, de los movimientos, de las transformaciones, de los cambios. La estructura y el campo energético están organizados. De esta organización, buena o mala según el estado de salud de la persona, dependen la adaptación del individuo, su supervivencia, su eficacia social, y, en el límite, su consciencia.

 

El mismo esquema se aplica al psiquismo. Hay una estructura psíquica. Una psicosis podría ser considerada como una lesión, una fractura de esta estructura, mientras que una neurosis sólo sería un trastorno funcional. Existe un dinamismo psíquico, debido a una energía psíquica, responsable, por ejemplo, de la tonalidad afectiva de base (la moral) pero esencialmente del funcionamiento psíquico. Existe una organización psíquica. Según su estado, más o menos bueno, habrá o no una adaptación psíquica. Se observa, por ejemplo, que ciertos duelos brutales, inesperados, superan las facultades de adaptación de la persona, ésta se desorganiza psíquicamente y la vida, para ella, se detiene en gran parte.

 

En una empresa, los hombres constituyen la estructura, esta depende del mercado del trabajo. El dinamismo está asegurado por el poder financiero de la empresa (los capitales y su rentabilidad) que depende del mercado de los capitales. La empresa se auto-organiza para alcanzar su objetivo, su finalidad y para satisfacer las exigencias del mercado de lo servicios, de los bienes de consumo o de inversión, mediante la selección de las técnicas de producción.

 

En una democracia

En una democracia, el legislativo representa al pueblo (la estructura), el ejecutivo ejerce el poder (la energía) y el poder judicial vela por el respeto de un ideal de vida en común, en miras de un proyecto de civilización (auto-organización).

 

« Las sociedades tradicionales…estaban fundadas, en general, sobre un equilibrio entre las necesidades del pueblo, el poder de una aristocracia o de una realeza y la autoridad espiritual de una iglesia o religión unánimemente respetada. Desde que la Iglesia perdió su credibilidad y desde la separación de la Iglesia y del Estado, la vida política se resume en un dualismo entre una « derecha » que detenta el capital y una « izquierda » que representa las reivindicaciones del pueblo »[1] . Sin embargo, el equilibrio de la sociedad se mantiene, en las democracias, por la instauración del poder judicial.

 

En medicina

El esquema de Paul Meier permite comprender la especificidad y la clasificación de los medios de tratamiento que se utilizan en medicina. En efecto, se distinguen tres tipos de procedimientos terapéuticos: los que utilizan sustancias (la medicina moderna, llamada también alopatía, no se concibe sin medicamentos o sin procedimientos que intervienen sobre la estructura, como la cirugía, la radioterapia, la odontología…), los que administran energías (acupuntura, auriculomedicina…) y los que manejan informaciones (homeopatía, auriculomedicina, psicoterapias…). Cada uno de estos medios terapéuticos tiene su razón de ser y se dirige a un tipo particular de patología. No son intercambiables. En realidad, son complementarios. Sin embargo « la medicina moderna, centrada en el estudio exclusivo de las estructuras materiales, acumuló un retardo conceptual importante con respecto a las ciencias físicas. No reconoce la importancia de los campos energéticos ni del tratamiento de las informaciones en la organización de los sistemas biológicos, aunque estas nociones hagan parte integrante de las tecnologías (Resonancia Magnética Nuclear) que utiliza para crear sus imágenes de la estructura material del cuerpo humano ».[2]

 

Este retardo conceptual es el mismo en casi todas partes. Tanto en medicina como en sociología, uno no logra representarse el campo energético como una realidad. Una realidad sobre la cual uno se podría apoyar para comprender y, llegado el caso, modificar lo que genera: el dinamismo y el comportamiento del sistema (individuo o sociedad). En medicina se observan órganos, pero no se presta atención a las organizaciones. De esta manera, se dejan trozos enteros de la realidad en la sombra. Y como resulta que es allí, en estas zonas aún oscuras del conocimiento que perdimos nuestras llaves, no es sorprendente que nuestros pacientes sigan funcionando mal y que nuestras sociedades den vueltas en círculo en sus laberintos.

[1] MEIER Paul. Les trois visages de la vie, Op. cit. p 223.

[2] MEIER Paul. La logique du système vivant; une formulation nouvelle des principes de la logique. Bul. de l’AIEV N° 2, avril 1995.