Los tres constituyentes de la vida

Todo sistema vivo está constituido por tres partes [1] : su estructura, su campo energético y su organización. Para conocer un sistema vivo, para comprender el funcionamiento y estudiar sus patologías, conviene entonces, prestar atención a estos tres constituyentes.

 

La estructura

Es la parte material, tangible, estable, del sistema (el cuerpo físico para un individuo, el territorio y la infraestructura para un país, las oficinas, los talleres, las herramientas, etc. para una empresa). La inercia de la estructura representa, en un sentido, una limitación, un peso, para lo vivo, pero al mismo tiempo, de ella depende la permanencia de la identidad del sistema, su conservación, su estabilidad (el color de los ojos o los rasgos principales del rostro no cambian en el curso de la vida).

 

La estructura está formada y se alimenta de sustancias, ellas mismas tangibles, tomadas del entorno y que asimila (agua, aire, alimentos, medicamentos…).

 

El campo energético

Todo sistema vivo dispone de un campo energético. En un cadáver, ya no hay campo. El campo energético de un sistema vivo es responsable de su vitalidad, de su dinamismo, de su actividad, a la imagen del campo magnético de un imán que permite la actividad de este último. Interviene en sus movimientos, su transformación, su evolución, sus cambios y su crecimiento.

 

La noción de campo energético no es tan evidente como la de estructura por la simple razón de que es de acceso difícil, incluso muy difícil. El campo magnético de un imán, de la misma manera, tampoco es de acceso tan fácil como el de la estructura; sin embargo, nadie pensaría actualmente al estudiar un imán en limitar el estudio sólo a su estructura. Quienes estudian sistemas vivos (médicos, psicólogos, sociólogos…), cuando tienen la apertura de espíritu suficiente para aceptar la hipótesis de la realidad de tal campo, se les ofrece las condiciones de una comprensión más profunda de lo vivo. La sutileza del campo energético hace que ciertas personas lleguen a negar su existencia, pero para hacerlo, ¡utilizan precisamente este campo energético cuya existencia pretenden negar! La mayoría de las personas, sin embargo, admite la posibilidad de la existencia de dicho sistema de fuerza, pero, en razón de la sutileza misma del campo, tiene dificultad, lo cual es totalmente comprensible, para hallar sobre él datos de cierta precisión o coherencia.

 

El campo energético se alimenta de energías: en el caso del ser humano, recibe sus energías esencialmente de:

 

1. la naturaleza, con las energías del sol en primer lugar, las de un bosque (uno entra a un bosque y uno sale diferente), las de un árbol, las de una fruta fresca o de alimentos frescos (se está dispuesto a pagar cierta suma de dinero por tomates frescos, pero ni un centavo por tomates pasados)

 

2. las relaciones interhumanas, por ejemplo la energía de la mamá, la energía del partido político, la energía del país… La condición es que estas relaciones sean buenas, es decir respetuosas. Si las relaciones son de mala calidad, hay que cortarlas y, si no es posible cortarlas, llegar de una manera u otra a imponer el respeto. En caso contrario, estas relaciones irrespetuosas (agresivas, despectivas, culpabilizadoras, desestabilizadoras…) vacían y agotan la energía de quienes las toleran y, de todas maneras son de poca utilidad para el agresor, ya que siempre estará insatisfecho y frustrado (mientras que no viva de su propia energía).

 

3. el contacto con lo Absoluto a través de la meditación, la concentración, el Yoga, la oración… Todos los que tienen cierta práctica de vida interior han experimentado esos aportes agradables y fundamentales de energía y, con frecuencia, claro está, ya no podrían dejarla de lado.

 

4. la Medicina de la Energía: un médico formado en este tipo de medicina puede y debe proporcionar a su paciente las energías que le faltan. En la medicina de todos los días, hay grandes necesidades de energía, una gran demanda y poca oferta. Un médico que no conoce este aspecto de lo vivo permanece sordo a estas necesidades esenciales de sus pacientes.

 

Estas energías, como el campo del cual se alimentan y con el cual interactúan, son, también, de acceso difícil; requieren, para ser conocidas o reconocidas, una formación y una atención particulares.

 

La organización

Lo vivo funciona en modo de auto-organización. Algunos consideran esta capacidad de auto-organización casi como la definición de lo vivo. La cicatrización, por ejemplo, es una forma de auto-reorganización, que no hace intervenir para nada a la voluntad del sujeto. Un sistema vivo, a diferencia de las máquinas artificiales, tiene capacidad de generatividad, es decir que puede auto-reproducirse, auto-producirse y auto repararse.[2] Una máquina no puede autor regenerarse. Los sistemas vivos, en cambio, están en estado de reorganización permanente. En estado de auto-organización y de auto-reorganización permanentes. Las sociedades también se auto-organizan.

 

La organización de un sistema no es tangible (se puede ver y tocar un órgano, no se puede ver ni tocar una organización) y se caracteriza por su complejidad. Para percibir esta complejidad, es necesario disponer de una visión amplia, una especie de giro mental que Joël de Rosnay[3] llamaba muy elegantemente el « macroscopio » o que, de acuerdo con Edgar Morin[4] se designa como « el pensamiento complejo ».

 

La organización de lo vivo le permite su adaptación y su evolución, funciones esenciales en un ser que quiere permanecer vivo en un medio difícil. Si no se reúnen las condiciones para que la organización de mantenga, el sistema se desadapta e involuciona.

 

Una organización se nutre de informaciones, algo así como un computador alimenta de datos su organización (si todas las informaciones necesarias están presentes y son buenas, funciona bien; si le faltan o si son malas –virus-, el computador no funciona o se desorganiza). Una persona desarrolla una bronquitis porque se resfrió al salir por la noche. Para designar esto, los chinos tienen un término muy evocador, hablan de « energías perversas ». Se puede considerar que al menos el 10% de los franceses sufre de alteración de su estado general y de dolores reumáticos cuando, en invierno, el tiempo cambia o va a cambiar a lluvia. Tienen una vulnerabilidad a la «información-humedad ». La humedad se vuelve « perversa » para ellos y los desorganiza. Si no pueden administrar esta información, siguen sufriendo. En la era de la informática, no se habla más de energías perversas, sino de virus. No se habla más de « brujos », sino de « hackers ». En cuanto al ser humano y sus sociedades, otros « virus » son, por ejemplo, el miedo y la culpabilidad, que falsean sensiblemente el funcionamiento de los individuos o de los grupos; también son las ideologías, o la racionalización, o las confesiones, que pueden desorganizar los seres humanos, las parejas, los partidos, las sociedades.

 

De la misma forma que las energías, las fuentes de informaciones son esencialmente:

 

1. la naturaleza, con, por ejemplo, las informaciones-humedad de las que hablábamos antes (diez días de sol o diez días de lluvia, no son las mismas informaciones), las de los diferentes alimentos (uno « se engancha » con ciertos alimentos y no con otros; el instinto alimentario, cuando no está falseado, nos invita a comer ciertos alimentos, a veces en gran cantidad, porque el cuerpo los necesita). El roble tiene sus informaciones, el eucalipto tiene otras. Los condimentos agregan sus informaciones a los platos a los que se agregan…

 

2. las relaciones interhumanas que nos aportan cantidades de informaciones, verbales (mediante la palabra, el discurso, el escrito) y no verbales[5] (a través de la actitud, el comportamiento, la sonrisa o la ausencia de sonrisa, la manera de vestirse, de desplazarse, etc.). El cambio de comportamiento de una persona, por ejemplo, obliga a reconsiderar sus posiciones, su organización: « ¡Hace diez días que mi novia no me sonríe! » El miedo y la culpabilidad, como lo decíamos atrás, son informaciones « perversas ». Tienen un carácter tóxico, desorganizan a la persona que les dejó invadir su sistema. La mayoría de las informaciones son recibidas inconscientemente y permanecen inconscientes.

 

3. el contacto con lo Absoluto (a través de la meditación, la concentración, el Yoga, la oración…) permite recibir informaciones de primer orden, a través de intuiciones, visiones, nuevos puntos de vista, de enfoque.

 

4. la Medicina de la Energía: un médico formado en este tipo de medicina puede y debe proporcionar a su paciente las informaciones que le faltan y hacer desaparecer las informaciones perversas que lo parasitan (cicatrices, secuelas de enfermedades, recuerdos pesados, remordimientos, temores, vergüenza…el karma…). En la época de Internet, es más fácil que antes hacer comprender las nociones de « formateo del disco duro » (limpieza y liberación de nuestras memorias) y de « telecarga de archivos » (enriquecimiento del sistema con informaciones a través, por ejemplo, la meditación, lo que supone una conexión con una « Memoria Central » o algún « Eternet »[6] ). En consulta, si una persona «perdió el Norte», si ya no se encuentra en su vida, si no sabe cómo llevar su situación, el médico la ayudará a reorganizarse al darle de nuevo « el Norte» que no es otra cosa que una información. En la medicina de todos los días, sólo se ve desorganización; los pacientes tienen grandes necesidades en este campo. Vienen a buscar estas informaciones, algunas verbales, pero sobre todo no verbales, que son indispensables para encontrar esta organización que perdieron. Un médico que no conoce este aspecto de lo vivo permanece sordo a estas necesidades.

 

Todas estas informaciones, como la organización que alimentan y con la cual interactúan, son, también por su sutileza, de acceso difícil: requieren, para ser conocidas y reconocidas, una metodología específica, una formación y una atención particulares.

 

La máquina viva y la máquina artificial funcionan aplicando un programa (conjunto de informaciones), la diferencia entre ellas sólo reside en que la primera auto produce su programa, mientras que la segunda la recibe de su creador. Agreguemos que lo vivo dispone también de la posibilidad de elaborar estrategias para luchar contra el desorden y lo aleatorio[7].

 

Los sistemas inestables tienen la propiedad de formar estructuras nuevas con la condición de ser alimentados con estas influencias mínimas pero coherentes que son las informaciones. Un sistema vivo puede, así, a partir de un estado de indeterminación o caos, permitir la emergencia de un nuevo orden, de una nueva organización, si recibe las informaciones necesarias.

 

Estas dos partes que acabamos de examinar, el campo energético y la organización no se ven, no son tangibles. Esta es la parte invisible e intangible del sistema vivo que se llama, de manera simplificada, su energía. La energía vital se presenta así no solamente como un dinamismo (el campo), sino también como un conjunto de informaciones (la organización). Esta es la parte del ser que administran los profesionales de la energía. A esta parte sutil pero, sin embargo, accesible, se dirige la Medicina de la Energía. La medicina moderna conoce bien la estructura del ser vivo, tiene numerosos medios para observarla y curarla, pero ignora totalmente la existencia de la energía (campo y organización), no comprende las patologías de la energía y no sabe curarlas.

 

Se insistirá sobre una “evidencia”: un ser humano no se alimenta únicamente de sustancias. También necesita recibir energías para su actividad e informaciones para su organización. Así, todo el esmero que ponemos en escoger nuestros tomates y nuestras lechugas para alimentarnos, también deberíamos dedicarlo a vigilar la calidad y la cantidad de las energías y de las informaciones que también hacen parte integrante de nuestra alimentación, que aseguran nuestro funcionamiento y que, en ausencia de ellas, podemos estar seguros de que sufriremos. 

 

                                                                    

[1] MEIER Paul. Les trois visages de la vie, Op. cit. p 176.

[2] MORIN Edgar. Science avec conscience. Points Seuil, nouvelle édition Sciences, Paris, 1990, p 102.

[3] ROSNAY (de) Joël. Le macroscope. Vers une vision globale. Points Seuil, Paris, 1975, p 9.

[4] MORIN Edgar. La complexité humaine. Flammarion, Champs-L’Essentiel, Paris, 1994.

[5] HALL Edward T. La dimension cachée. Points Seuil, Paris, 1971.

[6] Eternet: construcción verbal, juego de palabras que establece una analogía con la red de Internet pero que se refiere a la eternidad.

[7] MORIN Edgar. Science avec conscience. Op. Cit. p 102.