Balance cuantitativo: penuria y plenitud

Cuando uno se esfuerza por evaluar la energía de un sistema vivo, busca determinar su nivel de energía. Este es el balance cuantitativo. Si el sistema dispone de toda su energía, está en plenitud. Si no, está en penuria. Entre estos dos, hay todos los grados posibles.

 

La evaluación de la energía de un sistema vivo sólo está completa con su balance cualitativo. Este tema será tratado más adelante.

 

La penuria de energía en un sistema vivo se reconoce por la coexistencia de desorganización y de inmovilismo. Un sistema vivo está desorganizado y permanece desorganizado a pesar de todos sus esfuerzos por evolucionar. Los ejemplos de sistemas vivos en penuria abundan. En medicina, son esos pacientes que sufren desde hace tiempo de su intestino (colon irritable, diarrea crónica, secuelas de cirugía o de accidente…) o de su vejiga (cistitis a repetición…), o de su corazón (palpitaciones, dolores torácicos…) o cualquier otra patología. En sociología, tenemos el ejemplo típico de penuria con Colombia: este país sufre de una desorganización impresionante y de una imposibilidad de cambiar desesperante. Para volver al ejemplo de Colombia, este país es el modelo de penuria de energía, un caso de escuela. ¿Cómo explicar de otra manera la persistencia de los mismos comportamientos de fracaso (proceso de paz, lucha sin fin contra el narcotráfico, contra la corrupción, contra las inequidades sociales, por ejemplo) y la ausencia de fuerza de influencia de los colombianos que desean un cambio? Para que se inicie un cambio, y esa será la primera etapa, es necesario que los colombianos tomen consciencia de este hecho difícil de refutar: su país sufre de penuria de energía.

 

Una vez consciente de que sus sufrimientos están relacionados con esta penuria de energía, todo sistema vivo (un individuo, un paciente, una familia, un país, la humanidad…) que realmente busca un cambio, se ingeniará la manera para encontrar cómo procurarse las energías y las informaciones necesarias para la corrección de esta penuria.

 

El inmovilismo, la imposibilidad de cambiar se corrigen aportando al sistema las energías que le faltan. Si estas energías se reciben efectivamente, el sistema puede cambiar de nuevo, evolucionar, moverse; encontrará el dinamismo y la actividad que van a permitir el cambio. El aporte de energías a un sistema es la condición sine qua non del cambio.

 

La desorganización se corrige al aportar al sistema las informaciones que le faltan y al eliminar las informaciones que no le convienen. Si estas informaciones se reciben y se gestionan de manera adecuada, el sistema puede reorganizarse de nuevo y encontrar su adaptabilidad. El aporte de informaciones a un sistema y su gestión, son la condición sine qua non de su reorganización.

 

Un ejemplo ayudará a fijar más las ideas: el del laberinto. Para salir de un laberinto se necesita, a la vez, avanzar y orientarse. Para avanzar se requieren energías, para orientarse, informaciones. Si faltan unas u otras o ambas o si hay presencia de informaciones erróneas, es imposible salir del laberinto. Son numerosos los sistemas vivos humanos que no encuentran la salida.

 

Así, todo sistema vivo que se preste a estos aportes de energías y de informaciones saldrá poco a poco de la penuria y progresará hacia otro estado energético, netamente más favorable, netamente más agradable y mucho menos frecuente: la plenitud. Este estado de plenitud es el estado normal y deseable de los sistemas vivos humanos (individuales y colectivos), pero no es el estado habitual. Su situación habitual, en el estado actual de la humanidad, y desde hace tiempo, es la penuria. Situación habitual pero completamente anormal.

Vivir en plenitud es el resultado de una elección, de un trabajo y de un esfuerzo sostenido. Una elección individual si se trata de una persona, una elección colectiva, si, por ejemplo, se trata de un país. Pasar de la penuria a la plenitud representa una lucha contra un tipo de gravedad, eso no se obtiene solo, por obra del Espíritu Santo. Esto supone una elección, una determinación, esfuerzos y luchas, y ayuda. Esta última, hay que saber pedirla, escogerla y recibirla. La ayuda se refiere a los datos teóricos y prácticos que permitirán encontrar el camino y progresar.

 

Los seres humanos, así como Colombia, no tienen la energía que deberían tener. Están en penuria. Sin embargo, no sufren de vacío total, de extinción completa, que equivaldría a la muerte. De cierta manera, se puede evaluar la cantidad de energía de los humanos. Esta evaluación conduce a decir que el balance energético medio es del orden del 50 al 60%. Esto significa que los seres humanos sólo disponen en promedio de un poco más de la mitad de su energía normal. Se puede decir que no están en penuria absoluta, pero sí en una penuria suficiente para vivir mal; sin embargo, no lo perciben porque, a final de cuentas, hay algo de energía y, de todas maneras, la plenitud no es un referente habitual.

 

Un nivel tan bajo de energía nos expone a ser víctimas permanentes, a no poder encontrar nunca los recursos necesarios para los cambios que deseamos. De alguna manera, «a danzar sin cesar pequeñas músicas que no tenemos ganas de danzar ». En efecto, sobre esta Tierra quienes hacen la ley son los dictadores, los verdugos, los violentos y los corruptos. Dictan su ley y todo el mundo « danza ». Pagamos impuestos de guerra, aunque no queremos la guerra; el hospital no funciona porque personas corruptas han robado el dinero; más de 4.000 familias esperan con angustia un ser querido secuestrado, etc. Y en este mundo, los dictadores casi nunca son castigados. Está claro que, si, consciente o inconscientemente, escogemos ser víctimas, lo mejor, entonces, es no tener energía. El resultado no se hará esperar.

 

Si, por el contrario, estamos saturados de la pesadilla, si ya no nos reconocemos como víctimas (de la enfermedad, de la suegra o del guerrillero…), si queremos liberarnos y revivir, debemos crecer en energía, hacer positivo nuestro balance de energía (aumentar las entradas, disminuir las salidas, mejorar el rendimiento). Actualmente, dada la situación de la humanidad y lo que le espera a nuestros hijos, esta idea de crecer en energía no es estrafalaria, por el contrario. La utopía no es esforzarse en alcanzar una plenitud; la utopía es pensar que, con el poco nivel de energía que tenemos en este momento, vamos a cambiar nuestra situación, reorganizarnos, armonizarnos y asegurar cualquier futuro para nuestros hijos.

 

Es totalmente legítimo pensar en términos de plenitud, es completamente normal ocuparse de la energía propia (tanto de la energía personal como la de la familia o la de su país). La energía es una REALIDAD, una realidad sutil, cierto, pero una realidad; no es « el último vagón del tren », es la « locomotora ». Con la inspiración de A. Malraux[1], se puede decir: « El siglo XXI será el siglo de la energía (y de su plenitud) o no será. »

[1] André Malraux (1901-1976), escritor francés, hombre político, compañero del General de Gaulle.