Una encuesta sencilla

Para hacer evidente esta observación, basta con proponer una pequeña encuesta a los colombianos y a los observadores extranjeros. La encuesta es muy sencilla: sólo hay que plantear dos preguntas. Los resultados son muy reveladores.

La primera pregunta es: "¿Le parece que la humanidad está enferma?" Ante la situación bloqueada y tan dolorosa de la humanidad, esta pregunta es obvia, es totalmente legítima. A esta pregunta, la gran mayoría de los interrogados responde, sin dudar, en forma afirmativa. Algunas personas dudan en responder. Para ayudarles, se les pregunta: “¿Le parece que se encuentra en buena salud?” La respuesta, en este momento, siempre es negativa. Y se llega al acuerdo sobre el hecho de que la humanidad está enferma. Con frecuencia, se agrega espontáneamente un comentario decepcionado en cuanto al pronóstico de esta enfermedad (grave, terminal…). Esta primera pregunta invoca otra, aún más legítima: "Y según usted, ¿cuál es el diagnóstico de esta enfermedad?" En este momento, las cosas se ponen interesantes.

 

Los que se presten a esta encuesta observarán que las personas responden según su sensibilidad o su vivencia: "violencia” o “pérdida de valores” o “injusticia social” o “corrupción” o egoísmo” o “falta de amor” o “falta de sentido de lo divino” o “ausencia de política de Estado”... Es decir que enuncian uno o varios de los síntomas que presenta la humanidad. Decimos síntomas y no diagnóstico. En efecto, en medicina, hay una diferencia importante, y es lo que vamos a ver, entre describir síntomas y establecer un diagnóstico.

 

En este momento, es conveniente retomar la encuesta e insistir, así: « Lo que usted acaba de citarme es una serie de síntomas que presenta el país, pero lo que yo le pregunto es: ¿cuál es el diagnóstico de la enfermedad? ¿Cuál es el nombre de la enfermedad que produce todos estos síntomas? No le pregunto de dónde viene la enfermedad ni cómo o porqué comenzó, sólo cómo se llama».

 

Comparemos con un caso médico: una mujer joven, gestante, consulta por una erupción cutánea, algunos ganglios en el cuello, algo de fiebre y una leve alteración del estado general. ¿De qué enfermedad sufre? ¿Cuál es el diagnóstico? Diremos que lo que nos interesa no es ver los granos rojos y la fiebre (los síntomas), sino saber si se trata de sarampión, rubéola o roséola… (un diagnóstico). Si se tratara de una rubéola es claro que el feto estaría en gran peligro (rubéola congénita), y no hacer el diagnóstico y no avisar a la madre sobre los riesgos que corre sería una falta profesional grave y la involucraría en un sufrimiento de 60 años o más. En este caso, el médico no puede contentarse con observar los síntomas y prescribir una cremita y una aspirina (un tratamiento sintomático), debe llegar al diagnóstico, interrogando más a su paciente (antecedentes, estado de sus vacunaciones…), solicitando análisis de sangre, etc. El diagnóstico es la identificación de la enfermedad, el hecho de reconocerla y de darle un nombre, y no simplemente la observación de sus manifestaciones.

 

En este momento de la encuesta aparece una perplejidad en la persona interrogada. Comienza a entender que, de alguna manera, cayó en una trampa y que se espera de ella una respuesta en otro plano. Profundiza su reflexión, pero lo que propone se mantiene, una y otra vez, en el orden de los síntomas o permanece sin respuesta. Les personas repasan mentalmente los síntomas que conocen y, progresivamente, se dan cuenta que sólo son síntomas y no un diagnóstico y que la operación intelectual que ejecutan habitualmente no les permite responder con validez a una pregunta que, sin embargo, reconocen como fundamental.

 

Con frecuencia ocurre que se diga que la humanidad sufre de cáncer. Cuando la gente dice esto, quiere, sobre todo, evocar el pronóstico muy reservado que le atribuyen a su enfermedad y, además, para hacer referencia a un síntoma importante de la enfermedad de la humanidad que es la autodestrucción. Uno se imagina un cáncer al ver esa infiltración de la delincuencia, de la subversión y de la corrupción, su carácter devastador, su tendencia a producir metástasis y a la imposibilidad de erradicarlas. Sin embargo, para afirmar que se trata de un cáncer, habría que encontrar un tumor. La práctica de la fumigación de los cultivos de uso ilícito también nos hace evocar una quimioterapia y nos deja en el mismo tema. En efecto, estas características clásicas de la autodestrucción están presentes en un cáncer, pero, y este es el punto importante, no sólo en esta patología. La autodestrucción también es la característica central de esas patologías sorprendentes, las enfermedades auto inmunes, en las cuales el organismo, que no reconoce su propio yo, se ataca a sí mismo. La autodestrucción no es específica del cáncer.

Por lo tanto, no se puede deducir que el país sufre de cáncer sino, solamente, que está programado para su autodestrucción y esto, claro está, sólo es un síntoma. Y la pregunta acerca del diagnóstico sigue sin respuesta. Se agregará que Camboya también sufrió las exacciones de una guerrilla, los Khmers rojos, que mataron cerca de dos millones de sus conciudadanos: otro ejemplo inaudito de autodestrucción.  Si se tratara de un cáncer de la sociedad, Camboya (a pesar de la nueva plaga que la azota, el sida) no estaría recuperándose de esta hecatombe, ya estaría muerta. Más adelante veremos que el diagnóstico definitivamente no es éste. 

 

Una cardióloga me decía que Colombia padecía una insuficiencia cardiaca congestiva; una psiquiatra, una psicosis maniaco-depresiva. Luís Carlos Restrepo[1] evoca una depresión. Se trata, efectivamente, de tres diagnósticos, claro está, diferentes y con los colores de sus autores. Después veremos que la observación que conduce a estos diagnósticos es incompleta e inexacta y que tampoco estos diagnósticos corresponden a la situación del país.  

 

En el transcurso de esta encuesta, con frecuencia, aparece una afirmación que, evidentemente, tampoco es un diagnóstico, pero que merece ser tenida en cuenta por su recurrencia y por las implicaciones que puede tener: Se trata de esa percepción frecuente, generalizada, de que el estado de salud de la humanidad depende de cada uno de los seres humanos que la componen. Todo el mundo percibe aquí una verdad importante y, en efecto, es una. Pero, por supuesto, no es para nada un diagnóstico. Es un dato fundamental que tocará incluir, en un momento u otro, y lo incluiremos, en la investigación de la solución de los problemas de la humanidad.

 

Sin duda, el lector ya ha tenido tiempo de captar el interés de la pregunta sobre el diagnóstico. Con seguridad, habrá comprendido el sentido: ¿Cómo imaginar que algún día se aplique un tratamiento eficaz para la humanidad si no se ha establecido un diagnóstico preciso? ¿Cómo se podría esperar hacer un tratamiento eficaz si no se ha identificado, precisamente, lo que hay que tratar? La etapa del diagnóstico es fundamental y totalmente indispensable. Todo el mundo sabe que no se puede pasar por alto. Sin embargo...

 

Sin embargo, y en cierta medida, puede parecer inverosímil pero así es, ningún colombiano puede hacer algo diferente a enunciar síntomas cuando se le pide un diagnóstico (sólo algunos, tal vez más « prudentes » prefieren no responder).

 

Hacer un diagnóstico es identificar una enfermedad a partir de la observación completa de sus síntomas. Un diagnóstico se establece mediante la recolección del conjunto de síntomas que presenta el enfermo. Este conjunto de síntomas caracterizará tal enfermedad, otro conjunto, otra enfermedad. No es suficiente constatar una erupción cutánea (síntomas) en una mujer gestante, es indispensable saber si se trata de sarampión, rubéola o roséola (diagnóstico), ya que los riesgos y los tratamientos de cada uno son totalmente diferentes. Para evitar los errores de diagnóstico, se debe velar por que las observaciones sean completas, por no contentarse con observar granos rojos, síntomas, sino tener en cuenta todas las demás manifestaciones de la enfermedad. 

 

Para ser más completo sobre este tema técnico, se debe precisar que los médicos entienden por síndrome un conjunto de síntomas. Se habla de síndrome inflamatorio, de síndrome de destrucción celular (por ejemplo en las hepatitis virales, pero también en otras patologías). No es porque los síntomas están asociados que se convierten en un diagnóstico: siguen siendo síntomas o síndromes. En una hepatitis viral, se encuentra un síndrome inflamatorio (con todos sus síntomas), un síndrome de retención biliar (con todos sus síntomas, físicos y biológicos), un síndrome de lisis celular (con todos sus síntomas) etc. Por ejemplo, se podría decir que la violencia en Colombia es un síndrome. Los numerosos síntomas que comprende son las numerosas exacciones de la guerrilla, las igualmente crueles y frecuentes de los paramilitares, las de la delincuencia común, etc. La injusticia es otro síndrome, que engloba la concentración de la riqueza, la difusión de la pobreza, la corrupción y sus numerosas manifestaciones etc. Pero observar síntomas o síndromes, hacer listas o asociaciones no tiene, todavía, nada que ver con el enunciado de un diagnóstico.

 

[1] Luís Carlos Restrepo, médico psiquiatra, asumió el cargo de Alto Comisionado para la Paz en Colombia en el año 2002.