La actitud

En la práctica uno se concentra en el OM, se fija toda la atención en la repetición del OM. A nadie se le exige la perfección de la operación. Solamente la intención. Se trata de tender (sin tensión) hacia un objetivo. Conviene, entonces, abordar el tema de la actitud durante este trabajo. Es pertinente hablar de la actitud física y de la actitud psíquica.

 

La actitud física

El cuerpo debe estar cómodo. La costumbre, generalmente, es estar sentado en el piso sobre un cojín, los pies sobre un tapiz o una moqueta. Se debe estar instalado confortablemente, con un cojín a buena altura, lo suficientemente acolchado y más o menos duro según los gustos de cada uno. También se puede usar un banco pequeño, según la conveniencia. Lo ideal es tener el cuerpo recto, la columna recta, la cabeza en la prolongación del cuerpo, la cima de la cabeza como suspendida del cielo con un hilo. Al principio uno se imagina que se debe apoyar la espalda en la pared. En efecto, no es necesario y rápidamente se percibe que se está mejor sentado sin apoyo. Si no se logra prescindir de un apoyo, muchas veces se trata sólo de la altura del cojín.

 

Por supuesto, se debe ser realista y encontrar la medida del propio cuerpo. Al comienzo de la práctica, este refunfuña, las piernas se anquilosan, aparecen dolores. El cuerpo intenta hacer creer que uno debe moverse obligatoriamente, que las rodillas se van a alterar en esta posición, que las piernas se van a hinchar, etc. Después de algún tiempo de práctica, todo esto desaparece, el cuerpo cesa de hacer un drama por todo y uno acaba por encontrar su postura de meditación. Esto constituye un progreso importante.

 

La actitud psíquica

La postura psíquica es la atención en actitud de recepción y de espera. La atención misma es fuente de plenitud. Se hace sin tensión. La actitud de recepción es la de un fruto sometido a la influencia del sol. El practicante se somete voluntariamente a la influencia del Mantra OM del cual se impregna todos los días un poco más y que lo transforma. Esta actitud de recepción es la consciencia copa, pasiva receptora, en oposición a la consciencia flecha, activa, emisora, intencional, que es la forma de consciencia más utilizada y valorada en el mundo moderno.

 

En esta actitud de recepción, el practicante repite su mantra pero es globalmente pasivo y espera.  Espera sin tensión que el tiempo que se ha fijado para su trabajo transcurra tranquilamente. Y aprovecha intensamente estos momentos de paz y de resarcimiento. Así, poco a poco, se enriquece.

 

La atención también puede dirigirse, no al sentido del Mantra (porque, en general, un mantra no tiene sentido), sino a sus atributos: en el OM, se reconoce Unidad, Perfección, Totalidad, Absoluto.…

 

Durante la práctica sobrevienen, sin falta, perturbaciones. El espíritu se pone a divagar, una idea pasa por la cabeza y la mente la sigue. Cuando uno se da cuenta, regresa a su concentración. También se le puede decir a esas ideas que nos pasan por la mente: « Pasen, huéspedes extranjeros, ustedes no me interesan». Uno también puede verse como una montaña que mira pasar las nubes y no se prende a ellas. Si el espíritu se va de nuevo, no hay que ofenderse, se regresa de nuevo; así se desarrolla, poco a poco, una «actitud de retorno[1]». A veces, la idea que nos perturba no es una distracción, sino un elemento de valor. También es bueno tener siempre tras de sí un papel y un bolígrafo en buen estado. Si una idea regresa con persistencia, se anota, sin desprenderse de la concentración. Al mismo tiempo, se le puede decir mentalmente lo siguiente: « si, ves, yo te tengo en cuenta. Yo te anoto. Pero me ocuparé de ti después de mi práctica. Entonces, ahora déjame.» Si se tratara de alguna idea prosaica (« tengo que acordarme de pagar la factura de luz, es el último día »), el espíritu se desocupa de esta causa de perturbación y el trabajo interior puede continuar. Se recomienda hacer lo mismo con las espléndidas intuiciones que pueden sobrevenir en el curso de la práctica. También hay que anotarlas, para acordarse más tarde, porque, durante la práctica, no impregnan lo mental y tienen el riesgo de perderse, lo cual siempre es desconsolador.

 

[1] WOOD Ernest E. La pratique du Yoga. Petite Bibliothèque Payot, N° 2, Paris, 1978, p 103.