Duración del trabajo

La experiencia muestra que se debe llegar a una práctica de una duración de por lo menos media hora por día. Treinta minutos para Dios[1]. Como La Bella duerme profundamente, desde hace tanto tiempo y, además, con un sueño anormal porque es debido a una maldición, el beso del Príncipe debe estar apoyado, ser prolongado, repetido. Mejor dicho, hay que prever treinta minutos al día para su despertar, todos los días, durante un tiempo indeterminado. De los 1.440 minutos de un día, hay que encontrar treinta para lo esencial. Probablemente, todos tenemos treinta minutos para dedicar a lo sagrado. Perdemos mucho más en actividades secundarias o fútiles. Es el problema de establecer una jerarquía de valores: adelante, lo importante, atrás, lo que no lo es.  "El acto esencial de una vida, decía Henri de Montherlant, es decidir lo que es importante y lo que no lo es y la indiferencia por lo que no es importante es un deber tan estricto como la atención por lo que sí lo es." Aunque el tiempo de despertar de La Bella es indeterminado, esto no quiere decir por tanto que tocará esperar una eternidad para observar resultados. Una persona que se dedica correctamente a este trabajo puede observar diferencias muy significativas en su vida después de uno o dos años.

 

Una de las reglas básicas del yoga es: mesura y progresividad. Puesto que los yogis saben muy bien que el ser humano es un sistema complejo dotado de cierta inercia, se dedican progresivamente a cambiarlo. Un sistema inerte no puede ser transformado de un solo golpe, incluso fuerte. Sólo puede serlo, como ya lo dijimos, por la repetición de pequeños impulsos. « Enseñar, es repetir ». Las oraciones son repetitivas. Los clavos no se hunden con un solo golpe de martillo. Nadie exigirá entonces que alguien se ponga de un día para otro a una práctica de treinta minutos. Ni el cuerpo ni el alma lo soportarían. Pero fijarse diez minutos por día (reloj en mano), durante diez días, para una primera experiencia, es una buena medida. Después, según lo que se sienta y en función de la determinación y motivación, se aumenta poco a poco (quince minutos por día durante quince días, etc.), hasta llegar a una regularidad de treinta minutos (o más).

 

 

[1] SEVE André. Trente minutes pour Dieu. Le Centurion, Paris, 1974.