Las dificultades, las trampas y los riesgos de los mantras

La ignorancia

La primera dificultad que se encuentra es la ignorancia: no se está consciente de la importancia del OM. Para dar una idea de esta importancia, se puede utilizar la siguiente imagen que muchos maestros han citado: necesitamos del OM como una persona que se está ahogando necesita aire. Agregamos que entre más se ahoga, más aire necesita pero menos lo sabe porque se hunde en la inconsciencia. De la misma manera, entre más necesitamos OM, menos lo sabemos. Esto significa que mientras más inconscientes somos de la importancia del OM, más necesitamos practicarlo. A medida que se practica el japa del OM, se recupera la consciencia, se vuelve en sí o, mejor, se regresa al Sí mismo.

 

En el campo de los mantras, sólo pueden saber quienes han experimentado. « La gloria del nombre de Dios » escribió Gandhi, « no puede ser probada ni por el razonamiento ni por el intelecto; sólo se puede tener la experiencia mediante la veneración y la fe[1] La ciencia de los mantras no es un saber intelectual transmisible por pensamientos, sino un conocimiento (con-nocimiento, con-nacimiento) de orden sensible: el que siente comprende. Yo sólo puedo sentir si experimento. Quienes no han experimentado no pueden comprender y no pueden decir nada, ni para bien, ni para mal. Sin falta, quien practica llega a observar los resultados que se presentan de manera obligatoria, automática o “mágica”.

 

El exceso

Existe un riesgo en la práctica de los mantras que no se puede dejar de mencionar. Este riesgo es el del exceso. Siempre hay que respetar cierta mesura. No se debe exceder en la práctica de un mantra y menos al comienzo. Es claro que si una persona se pone en una práctica de japa extremadamente intensiva, pueden resultar daños del tipo quemadura del alma, trastornos psíquicos, movimientos intempestivos e incontrolables de la energía en la columna vertebral con quemaduras físicas. No se debe jugar con las energías importantes que se pueden despertar durante la práctica. Toda práctica eficaz puede tener su contrapartida si no se respetan las consignas de mesura y de progresividad.

 

El uso malintencionado

Otro riesgo es el que corre toda persona decidida a hacer un mal uso de la fuerza que se desarrolla con la práctica. Todo uso malintencionado de la fuerza de los mantras se devuelve obligatoriamente contra esta persona. Tal vez hay algunas personas que creen que es posible aprovecharse de los mantras con un fin egoísta y nefasto. La persona que haga esto es la única responsable de las consecuencias de sus actos. Estas personas son retardatarias, trabajan para la oscuridad pero no han visto que está amaneciendo. Provocan obligatoriamente un choque reactivo del cual serán las víctimas.

 

Los mantras que encierran, que no liberan

Ahora hay que abordar un problema muy sensible: hay mantras de « Edad de Oro » y mantras que no son mantras de « Edad de Oro » sino de « Edad de Plata ». Y sabemos que « no todo lo que brilla es oro ».

 

Estas « Edades » son denominaciones de estados mentales, de niveles de consciencia. Está claro que, entre los humanos, se encontrarán niveles de consciencia muy variados, tanto en el plano individual como en el colectivo. En general, se está de acuerdo en definir cuatro « Edades », que se califican según una escala de valor que va, en sentido descendente, de Edad de Oro a Edad de Hierro y pasando sucesivamente por Edad de Plata y Edad de Cobre. Las diferentes tradiciones religiosas de la humanidad hacen referencia a una « caída » de la humanidad, desde una Edad de Oro hacia una Edad de Hierro, está última corresponde a la situación que vive la humanidad en la actualidad. 

 

S.M. Hamsananda dice[2] : « La creación pasa por una sucesión de ciclos cósmicos de la cual dan cuenta la mayoría de las tradiciones. »

« En la Grecia antigua, se trataba de una Edad de Oro original, de perfección espiritual que cedió el paso a una Edad de Plata cuando las leyes divinas empezaron a ser transgredidas por los hombres; después la Edad de Bronce, denominada también Edad de Cobre, vio que la degradación de la moral y de las costumbres se acentuaba así como el crecimiento del materialismo, para llegar al fin a la Edad de Hierro, en la cual los humanos no tienen ya ningún respeto por las leyes espirituales y se desgarran entre ellos en incesantes luchas fratricidas. »

« La tradición hindú también habla de los YUGA o edades cósmicas sucesivas que llevan al Kali Yuga, periodo oscuro de discordia, de violencia y de olvido de Dios, reino de las fuerzas demoníacas al cual el AVATAR KALKI viene a poner fin para restablecer el SATYA YUGA, la Edad de la Verdad. »

« … Actualmente estamos en un PERIODO DE TRANSICIÓN en el cual asistimos a los últimos sobresaltos de la Edad de Hierro y de sus violencias, mientras que los primeros rayos de la Edad de Oro naciente comienzan a iluminar las consciencias.

Así se denomine Edad de Oro, Era de Acuario o Nueva Era, este retorno a una era de Paz, de Fraternidad y de Unidad a la luz de una nueva espiritualidad, anunciada y profetizada por todas las religiones, es esperada por millones de hombres en esta tierra.

Sin embargo, no hay que imaginar esta Edad de Oro como un tipo de paraíso beato en donde el hombre no tiene nada más que hacer que contemplar el cielo.

LA EDAD DE ORO

ES LA EDAD DEL ESFUERZO Y DEL COMBATE,

LA EDAD DEL RETORNO DE DIOS

Y DE LA UNIDAD DE LOS ROSTROS DE DIOS.


LA EDAD DE PLATA

ES LA EDAD DE LA INERCIA COLECTIVA

Y DEL SUEÑO INTERIOR,

LA EDAD DEL EGOÍSMO,

DEL RECHAZO AL ESFUERZO Y AL COMBATE


LA EDAD DE COBRE

ES EL INICIO DE LA DECADENCIA MORAL Y FÍSICA,

LA EDAD DEL ABUSO DE LA CIENCIA

Y DEL CONOCIMIENTO SIN DIOS,

LA ILUSIÓN FUNDAMENTADA SÓLO EN LA CONQUISTA DE LA MATERIA


 LA EDAD DE HIERRO

ES EL ENCADENAMIENTO DE LAS ALMAS AL KARMA,

LA NOCHE SIN CONOCIMIENTO NI CIENCIA,

ES LA EDAD DEL SACRIFICIO DE DIOS,

DE LAS RELIGIONES PERVERTIDAS,

LA EDAD DE LA CRUELDAD,

DEL ODIO Y DE LAS GUERRAS SIN FIN.

 

Las Edades son, ante todo, estados interiores… Las almas no están todas en el mismo estado… Las almas prendadas de verdadera luz obran para el advenimiento de una Edad de Oro interior y exterior, combaten sin cesar para perfeccionarse, purificarse y ayudar a sus hermanos a evolucionar, sin deseo de recompensa ni de interés personal. »

 

El uso de los mantras hace parte integrante de la actividad religiosa, sobre todo en Oriente. Está ligado a los sistemas religiosos. Y, más precisamente, cada mantra está ligado a una divinidad o a una fuerza. Pero estos sistemas, estas fuerzas, estas divinidades, estas religiones, tienen sus limitaciones. Una de ellas es que se trata de sistemas constituidos antiguos que, obligatoriamente, van a gastar parte de sus recursos (energéticos y otros) para sobrevivir, mantenerse, preservarse, justificarse. En este sentido, en vez de servir a su misión y a la humanidad, se sirven de la humanidad. Los sistemas antiguos, con frecuencia infiltrados y pervertidos, no cumplen su función, traicionan su misión y se hacen ineficaces. La Biblia los evoca en términos de « odres viejos », no aptos para contener el vino nuevo [3]. Shrî Aurobindo observa que si bien « todas las religiones han salvado cierto número de almas,… todavía ninguna ha sido capaz de espiritualizar a la humanidad ».[4] Víctor Hugo tenía una fórmula más expedita: « Todas las religiones tienen razón en el fondo y están equivocadas en la forma. Texto: Dios. Traductor, traidor. Una religión es un traductor. » Y este es el problema.

 

Que los mantras tengan eficacia significa que están ligados a un juego de fuerzas reales (divinidad, religión…) pero esto no significa que este juego de fuerzas sea el que le conviene a la humanidad de ahora. No se trata para la humanidad de ligarse, por ejemplo, a Krishna con los mantras de Krishna, si para los Orientales tantas prácticas ligadas a él no han tenido más resultados que los que se pueden constatar y si, para los Occidentales, a pesar de los acercamientos que algunos hacen entre Krishna y Cristo, esta fuerza que, además, no hace parte de su contexto cultural, no tiene ninguna posibilidad de ser útil. No se trata, a través de sus mantras específicos, de ligarse a sistemas obsoletos. Se trata de apuntar muy alto, de aspirar a una « Edad de Oro » y utilizar las herramientas relacionadas, los mantras de la « Edad de Oro ». El primero de la lista es, indudablemente, el Mantra Universal, el OM. Está por encima de toda división, de toda particularización, es la « Edad de Oro ».

 

Sin embargo, se objetará que en India, todo el mundo conoce y respeta el sonido OM y que, sin embargo, este país no es un modelo de equilibrio, que hay mucha pobreza, disparidad social, violencia e incluso conflictos religiosos, aunque este país experimenta actualmente un enderezamiento notable. La explicación de esta paradoja podría ser que, si bien el OM tiene mucha importancia, muchas otras prácticas, en particular de mantras, ligan a quienes los repiten con sistemas obsoletos que no les permiten nunca la liberación. Si, como lo subraya Shrî Aurobindo, las religiones ya no son eficaces sobre la colectividad, es que no cumplen con su función, no liberan la humanidad sino que la bloquean. Sus mantras también. Esta es la « Edad de Plata ». No es lo que queremos para nuestros hijos.

 

La experiencia muestra que, si bien Colombia es muy católica, está lejos de ser pacífica y libre. El Tibet puede ser muy budista, pero está lejos de estar en paz y de ser libre. Deberíamos abandonar algunas ilusiones, aunque esto nos cueste. Deberíamos renunciar al apego a visiones estereotipadas de la religión. Y comprender que sus instrumentos no serán más eficaces ahora de lo que lo fueron en el pasado. Si deseamos un cambio-metamorfosis, tendremos que aceptar el cambio de instrumentos y efectuar una « salida del sistema ». Deberemos dirigirnos « al Buen Dios más que a sus santos ». Este es el aporte fundamental del Nombre de Dios, el Mantra Universal, el sonido OM.

[1] HERBERT Jean. Spiritualité hindoue. op. cit., p 456.

[2] HAMSANANDA Shri Mahacharya. Le Yoga de l’Amour dans la Force, nouvelles révélations. Albin Michel, Paris, 1990, 348 p.

[3] Marc 2, 18-22

[4] Shrî Aurobindo, Aperçus et pensées, p. 47, cité par Jean Herbert in Spiritualité hindoue. op. cit., p 520.