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El apego al karma

Hay algo peor que la infamia de las cadenas, es no sentir su peso.

Gérard Bauer[1]

 

El karma es el conjunto de informaciones y programaciones presentes en nosotros en relación con el pasado. Según la concepción que se tiene del mundo, el pasado se remonta a esta vida o más lejos, a otras vidas, anteriores a esta. Este karma se manifiesta así en forma de programaciones que influyen sobre nuestro presente y condicionan nuestro futuro. Se expresan en forma de recuerdos, remordimientos, condicionamientos, conformismos, pactos, maldiciones, etc. Entonces, no somos libres, sino que estamos ampliamente condicionados. Así como existe un karma individual, existe un karma colectivo, un karma de los pueblos, un karma de las naciones. Liberarse es liberarse de estas cadenas del karma. Hay cadenas de hierro y cadenas doradas. Estas últimas siguen siendo cadenas. Entre los condicionantes del karma de Colombia, hay uno particularmente nocivo: su programación de autodestrucción.

 

Los seres humanos no se contentan con estar atados por su karma, también están atados a su karma, tanto a su « buen » como a su « mal karma» (en realidad no existe buen karma; lo que generalmente se llama un mal karma encierra su victima en infiernos y lo que se llama un buen karma la encierra en paraísos artificiales). Este sistema de programación está construido de tal manera que posee sus mecanismos inmunológicos de defensa para proteger al karma. Y aun peor, es defendido por sus propias víctimas.

 

Así, en ciertos contextos, el karma se presenta como una ley de justicia, un sistema de retribución: si no se pagan las faltas en esta vida, se pagarán en otras; si sufro tanto es porque en esta vida o en otras, fallé. Esta manera de ver el karma tiende a justificarlo pero equivale a promover la ley del talión, que es una forma más que primaria de « justicia ». 

 

Este apego al karma va a manifestarse en nuestras vidas como todo tipo de frenos a la práctica. Las resistencias que, en nosotros, en nuestro inconsciente, se oponen al cambio, provienen de nuestro karma. Son juegos de energías y de informaciones que tienen su propia vida y no desean morir. Si se quiere desafiar su inercia, es necesario desprogramarse, hay que « formatear el disco duro », hay que operar la disolución del karma. Justamente el objetivo de estas prácticas de vida interior es desprogramarse, liberarse de todos estos condicionantes, de los propios hábitos,  automatismos, conformismos, mediante herramientas como los mantras que nos elevan a otros niveles de vibración, que nos ponen en resonancia con otros planos de la realidad, mucho más amables que los en los cuales el karma nos mantiene prisioneros. El objetivo de las prácticas de vida interior es salir del pantano de la confusión y acceder a la consciencia. Por la práctica, uno se da cuenta que el ser humano es perdonado de todo karma, que puede liberarse, que no está obligado a sufrirlo y que, así, liberado de todo karma, puede reconstruir un mundo nuevo.

 

[1] BAUER Gérard (1888-1967), escritor francés.