Imprimir esta página

El Príncipe

Las personas que se prestan a este esfuerzo de interpretación o de aclaración del concepto de Príncipe pasan por dos etapas: la primera se caracteriza por una perplejidad asociada a una real curiosidad, la segunda por una sensación de evidencia, de claridad.

 

El concepto de Príncipe está cargado de una connotación de grandeza, de riqueza, de dimensión superior que excita la curiosidad del investigador. Se quiere saber qué se esconde bajo esta metáfora. Pero el sentido no se revela inmediatamente. Se evocan conceptos como el amor o la belleza. Pero un Príncipe no es un concepto, es una instancia real y con la nobleza de la auténtica realeza, no es una abstracción.  Se trata de un ser real. Se evoca al hombre, al cónyuge o al marido. Pero el Príncipe no es un hombre, es un Príncipe; ello expresa otra dimensión. Ante la dificultad de la pregunta y el fracaso frecuente de la búsqueda, con frecuencia sólo es cuando se le propone a los investigadores una posible solución a este interrogante que brota la evidencia. Esta posible solución es que el Príncipe es lo que se podría llamar « el Maestro Interior ».

 

Se entenderá por « Maestro Interior » nuestra propia Esencia, el Yo profundo, la Consciencia divina en nosotros, lo Sagrado en nosotros, Dios pero « ¡más que Dios! »: Dios en nosotros. El Maestro Interior es esta instancia divina que está en nosotros, más exactamente que es nosotros. Es esta voz, muy discreta, que nos guía desde el interior.

Tan discreta que, para muchos, su realidad está lejos de ser evidente. Discreta también porque es una voz que sólo habla cuando uno la escucha, si se presta atención, si uno se coloca en recepción (actitud Yin).

 

Cuando uno evoca esta solución, la reacción siempre es la evidencia. Está claro para todo el mundo que esta solución es la buena. Hay una resonancia profunda y un acuerdo inmediato. Y esto merece ser subrayado: no se hace ninguna objeción a esta propuesta, por el contrario.

 

Efectivamente, se sabe que el único capaz de romper un maleficio tan profundo, el único que puede despertar a La Bella es el Maestro Interior. Esta « explicación » podría ser la correcta cuando se considera que es acogida como tal por todas las personas a quienes se propone. Cada persona, en función de sus datos culturales o religiosos la entenderá de manera un poco diferente, o bajo una expresión diferente, pero está claro que, de todas formas, la noción de Maestro Interior resuena en cada uno.