Las guerrillas

Las guerrillas son grupos sociales que se dicen animados de buenas intenciones, pero que socialmente se presentan mucho más tóxicos, perversos y nocivos que constructores. Su eficacia social en la transformación de las sociedades es nula. Algunas nociones preliminares serán útiles para comprender bien el fenómeno de las guerrillas.

 

La primera es que en una sociedad, se pueden distinguir dos partes: una parte Yin, horizontal, en contacto con la Naturaleza, el pueblo, los campesinos y una parte vertical, Yang, la jerarquía, los dirigentes políticos, económicos, sociales, religiosos, los expertos, los representantes. Algunos llaman a esta parte el « establishment » (establecimiento).

 

En una sociedad normal, en equilibro, los dirigentes, el « establishment », están al servicio del pueblo, aseguran las grandes líneas de su gobierno, ejercen sobre él un control descendente, pero el pueblo, organizado en una red fuerte, coherente y creativa, ejerce un control ascendente sobre los dirigentes e impide las derivas (corrupción, abuso de poder…). 

 

En una sociedad YANG/yin, el pueblo es débil y el « establishment» abusa del poder. En Colombia, el pueblo es víctima y hay varios « establishments » que todos, a su manera, lo controlan, lo debilitan o lo oprimen: uno legal, el gobierno y las asambleas, y varios ilegales, las guerrillas, los paramilitares, los corruptos, los narcotraficantes, la delincuencia común, ciertos sistemas económicos… La situación más dramática en este sentido es la de los campesinos atrapados entre las exigencias simultáneas de la guerrilla, de los paramilitares y de las Fuerzas Armadas. De todas formas, ellos siempre son los perdedores. Son eliminados. En una sociedad YANG / yin, el pueblo, aplastado por sus dirigentes, legales o ilegales, es eliminado.

 

El otro elemento que se debe tener en cuenta es que disponemos de dos instrumentos para conocer nuestro mundo: el intelecto y la sensibilidad. La cabeza y el corazón. El primero es el instrumento Yang, masculino, de conocimiento del mundo. El segundo, la sensibilidad, es el instrumento Yin, femenino. Los animales sólo disponen del segundo. Uno está obligado a considerar que si el futuro del Planeta está comprometido, no son la presencia ni el comportamiento de los animales los que están cuestionados, sino los de los seres humanos, quienes, por disponer de un intelecto, se supone que son más inteligentes, cuando los hechos parecen confirmar lo contrario. El intelecto parece, entonces, hacer parte del problema. Este instrumento es, en efecto, un arma de doble filo. Nos sirve, por intermedio de las ideas, para permitirnos conocer nuestro mundo pero, al mismo tiempo, en razón del carácter abstracto de las ideas, es incapaz de hacernos conocer lo concreto de la realidad. Edgar Morin, uno de los exploradores más brillantes del mundo de las ideas, resume así esta situación: « Lo que nos hace comunicar es, al mismo tiempo, lo que nos impide comunicar.[1] ». Y describe, en forma notable, lo que ocurre si el bipolo del conocimiento (cabeza/corazón, intelecto/sensibilidad, ciencia/consciencia, texto/contexto, analítico/ sistémico) se desequilibra en YANG/yin: « Al igual que somos poseídos por los dioses que poseemos, somos poseídos por las ideas que poseemos… Al igual que los dioses, las ideas libran batallas a través de los hombres y las ideas más virulentas tienen aptitudes exterminadoras que superan las de los dioses más crueles… El marxismo estaliniano fue capaz de poseer el espíritu de grandes científicos en donde pudo reprimir durante decenas de años, como tantas « calumnias innobles », las pruebas acumuladas de su mentira. Es decir la fuerza de las ideologías, frente a lo real y contra él. Los hechos son testarudos, decía Lenin. Las ideas son aún más testarudas, y los hechos se rompen sobre ellas más a menudo que ellas se rompen sobre ellos.[2]»

 

Esta imposibilidad de ceñirse a lo real, de darse cuenta del contexto en el que uno se encuentra, al igual que su fuga y su encerramiento en el mundo mental (la noosfera) y, por lo tanto, la imposibilidad de cuestionar, sino los fines de su acción, por lo menos los medios (el uso permanente de las armas, de la fuerza Yang de enfrentamiento y de eliminación en vez de la de la influencia y de la transformación), la preeminencia concedida a los ideas sobre los hechos, hacen de las guerrillas uno de los modelos perfectos de esta enfermedad, la hemiplejía energética Yin.

 

Al comienzo, como es “obligatorio” en una sociedad patriarcal, los campesinos colombianos (parte Yin, femenina, horizontal de la sociedad, en relación con la Naturaleza, la alimentación…) son víctimas de la opresión del establishment (parte Yang, masculina, vertical de la sociedad: Estado, Fuerzas Armadas, Iglesia, propietarios de las tierras no campesinos, ciudades, inmuebles…).

Algunos de ellos tienen razón cuando describen la desigualdad, la opresión y la injusticia, las cuales son reales, pero se equivocan al interpretar estos síntomas como el diagnóstico; se equivocan cuando piensan que el problema proviene del exceso de Yang en los otros, cuando la causa real es su propia penuria de Yin. Están completamente equivocados cuando, con base en un error metodológico elemental, deciden oponerse de manera frontal (Yang) a sus opresores. Esta idea « luminosa » les llegó a través de una ideología, que fue producida y adaptada por el intelecto (Yang) de Karl Marx, de Engels, de Lenin o de Stalin. Así, una idea (Yang) en un cerebro campesino (Yin) transforma este campesino (Yin) en un guerrero (Yang). En reacción, el Estado se refuerza, las Fuerzas Armadas se refuerzan, aparece el paramilitarismo (el todo hiper-Yang), la represión y la opresión del campesino se agravan, la guerrilla se asocia al tráfico de drogas y hace alianza con la gran delincuencia. Y el destino del campesino colombiano está peor que nunca.

 

Hay que agregar una evidencia: si las guerrillas recurren a las armas, esto indica que son débiles. Este recurso a la violencia es la marca de una impotencia. Particularmente de una impotencia Yin. Y esta es la entrada a un círculo sin fin de brutalidad estéril. Se notará que el verdadero problema de las guerrillas no es ellas mismas, es decir los seres humanos que la componen, sino la ideología, la razón cerrada que las genera. Así, la transformación de la situación también deberá pasar por una acción dirigida no contra los seres humanos sino contra el cierre mental constituido por una ideología. A esto nos referiremos más adelante en el tratamiento de la enfermedad de Colombia.

 

El subcomandante Marcos, que representa la fórmula « soft » de la guerrilla, no ha excluido siempre el uso de las armas, aunque reconoce que la toma del poder lleva a « fracasos y desviaciones ocultadas detrás de su propia máscara ». « Hay un poder opresor que, desde arriba, decide por la sociedad y un grupo de iluminados que decide conducir el país por el buen camino, desplaza al otro grupo de poder, toma el poder y decide también por la sociedad ».[3] Si utiliza el término de « iluminados », es porque ve que las víctimas de una ideología, como también las de una confesión, ya no tienen control sobre su intelecto y se convierten en inconscientes. Y este es el naufragio de una sociedad. El intelecto es un falso amigo. Y los intelectuales corren el riesgo de ser falsos amigos del pueblo. El pueblo debería saberlo.

 

El gran ganador de toda esta confusión siempre es la Bestia. El ataque frontal (Yang) sólo ha servido para incrementarla. Y el pueblo colombiano, debido a un error de diagnóstico de sus « dirigentes » intelectuales (por tanto, insensibles y alejados de lo real) continúa entregando su energía a su verdugo. Los grandes perdedores en este error metodológico grave son el campesino colombiano, el pueblo colombiano, Colombia y la humanidad. 

 

Lo justo, lógico e inteligente, en presencia de este exceso de Yang, hubiera sido incrementar la fuerza Yin, despertar a La Bella. Esto se traduciría por el refuerzo, entre otras cosas, de la colaboración, de la cohesión, de la conjunción en el seno de la comunidad campesina, mediante la creación de redes de solidaridad, de cooperativas, de mutualidades, de una organización social fuerte, de un tejido social apretado que hubiera impedido que los dirigentes se aprovecharan del pueblo y los hubiera obligado a cumplir su papel: servir al pueblo.

 

Sería lógico y prudente que la Nación no espere mucho que las guerrillas (hiperYang) desarrollen el Yin que tanto les falta. Podría esperar demasiado tiempo. De hecho, todos los sistemas desequilibrados, como las guerrillas, están en la incapacidad de verse como tales (sólo se toma conciencia del desequilibrio en el que se está al salir de él), encerrados como están en la caverna de su ideología, poseedores de « la » verdad, sin percepción posible de la realidad y del contexto y, por tanto, sin razón para cambiar. No se puede esperar de ellas ninguna « conversión » espontánea. En consecuencia, sería lógico que fuera la Nación misma, y particularmente, en su seno, sus responsables políticos, religiosos, económicos y sociales, todos los que se afirman « colombianos de bien » y todos los que quieren hacer parte de la solución, quienes emprendan el despertar en ellos mismos y, por consiguiente en toda la sociedad, incluidos los antisociales (los violentos, los corruptos y los dormidos, por ejemplo) de esta fuerza Yin que les hace falta.

 

La Nación puede realmente pasar de una impotencia desesperante a una acción inteligente y eficaz en el sentido de su propia auto-reorganización al dedicarse a despertar sus propias fuerzas de transformación.


[1] MORIN Edgar. La méthode, T 4, Les idées. Leur habitat, leur vie, leurs mœurs, leur organisation. Points Seuil, Paris, 1991, p 115.

[2] Ibíd. p 121.

[3] Revista Cambio, Marzo 26, 2001